El bullying político entre los políticos

El bullying es el acoso físico o psicológico planificado y continuado que sufre una persona. Es común en los centros escolares. Lo curioso del bullying es que quien lo provoca se vale de otros para lograrlo. Incita a un grupo de cómplices para que de forma permanente ridiculicen en público a la víctima. Pero él o ella no participa directamente. Cuando las cosas se salen de control, se lava las manos y huye como todo un cobarde.

La víctima, en un primer momento, resiste, aguanta, pero llega a un punto límite. En su mayoría sufren daños psicológicos profundos, se aíslan o pueden caer en depresión, incluso llegar al suicidio. Otros se arman de valor y enfrentan al acosador. En tal caso es probable que llegue a la violencia física. Las autoridades competentes terminarán imponiendo un castigo severo o, en el peor de los casos, hasta expulsarlo de sus filas. 

El bullynista estará satisfecho de haber logrado, sin manchar sus manos, su objetivo: hacerle la vida imposible o quitarse de la vista a la persona que detesta. En resumen, la víctima en los dos escenarios, está acabada.

Ahora vayamos al escenario político. Está demás decir que los políticos siempre están en campaña. El mismo día que asumen el poder inician la campaña para asegurar el puesto en la próxima contienda. En nuestro país las campañas políticas se planifican bajo la estrategia del miedo y la mentira. Unos y otros se descalifican y se acusan de ser ineptos, buenos para nada, corruptos, ladrones, mentirosos y se oponen a cualquier iniciativa porque ninguno quiere que el contrario tenga éxito. Darle crédito sería aprobar su gestión y eso no es bueno para sus intereses.

En el caso nuestro, por ejemplo, la oposición acusa al gobierno de sembrar división, pero ellos también lo hacen y con la misma proporción. El discurso de odio es evidente y nadie sale bien librado en esta guerra política.

Eso pasa, en mi opinión, en El Salvador. La oposición sabotea cualquier medida gubernamental, dejando sin efecto, por ejemplo, los decretos de emergencia y otras medidas por el COVID-19 y ahora que el sistema de salud está a reventar, lo culpan del desastre. Y el gobierno, por consiguiente, llama genocida a la oposición y a los que han cerrado filas en su contra. La pregunta es ¿A quién beneficia este conflicto de intereses? Al pueblo no, por supuesto que no.

Lo más delicado es que hasta ahora, ninguna acusación de uno u otro ha llegado a los tribunales. Todo queda en rumores infundados: dicen que dicen, cuentan que, aquel me dijo…dimes y diretes que no abonan en nada a esta crisis sanitaria. Y si algún político sale salpicado por actos de corrupción, el mismo sistema ya corrupto se encarga de defenderlo.

Hay que caer en cuenta que la campaña política está en marcha. No sé si el país tiene las condiciones para financiar la campaña que se avecina, pero los políticos ya están en eso, preocupados en asegurar su huesito más que en buscar soluciones a los problemas estructurales endémicos del país. Vaticinan una recesión económica apocalíptica sin precedentes pero hay plata para financiar la propaganda millonaria. Y como ya es habitual, la única arma que tienen es la del desprestigio mutuo, la acusación, la desaprobación y el desgaste mediático.

De pronto ya casi nadie habla del paso de la tormenta Amanda y Cristóbal y el desastre que provocó en nuestro pobre paisito y más temprano que tarde olvidaremos el tal coronavirus y volveremos a la rutina de siempre. Los empresarios a sus negocios, los bisneros a sus bisnes, los explotadores a seguir explotando y los pobres más empobrecidos. Continuarán los proyectos de muerte y los políticos tirando los dados para postergarse en el poder y seguir bebiendo del erario público y, como rápido olvidamos, luego nos dirán bajo nuestra complicidad: borrón y cuenta nueva.

Así la realidad de nuestros pueblos, callarse es ser cómplice de una injusticia diabólica a plena luz del día.

El top de los cinco más millonarios de El Salvador según un estudio reciente son: Nayib Bukele, Carlos Calleja, Javier Simán, Roberto Kriete y Ricardo Poma. Con razón el presidente puede darse el lujo de ponerse de tú a tú con estos magnates, pues él es uno de ellos. El mismo Nayib, haciendo una alegoría sobre el comportamiento de estos señores, en un conversatorio organizado por la UES cuando hacía campaña presidencial, decía: la mezquindad y egoísmo de algunos empresarios es tal que cuando un pequeño emprendedor quiere un pedacito de ese pastel, inmediatamente se encargan de ahogarlo y eliminarlo, porque competir con ellos es algo así como una liebre enfrentándose con un tigre.

De lo que recuerdo, ningún gobierno se había enfrentado a los empresarios. Como dice don Dagoberto Gutiérrez, por primera vez las negociaciones no se hacen debajo de la mesa, habría que constatar si no se hacen desde otra. Los gobiernos de derecha han sido sumisos al capital porque vienen de ese mundo. Los gobiernos del FMLN han tenido mayor responsabilidad porque vienen de abajo y era su lucha, lograr equidad y justicia social. Los que esperábamos un cambio radical en lo económico quedamos desilusionados. Los cambios nunca llegaron. Casi todo lo que criticaron cuando eran oposición siguió y sigue igual, no pudieron enfrentarlo. Como dice el dicho: no es lo mismo hablar de ella que estar con ella. Se lograron algunas cosas, por cuestión de justicia hay que decirlo pero no se sentaron bases sólidas para una nueva forma de administrar la cosa pública.

La gran falacia que siempre he escuchado de los políticos en 45 años de memoria y conciencia ha sido: “terminaremos con la pobreza”. Cuando finalizan su mandato, los únicos que terminan con la pobreza son ellos mismos. Por otro lado, también hay que decirlo, las leyes en este país están hechas para su beneficio; como dice el dicho, con la plata baila el mono, quien tiene el poder económico tiene el sartén por el mango.

Hay algunos términos que valdría la pena tenerlos en cuenta: Crisis social, económica y política.

Crisis social siempre ha habido y nada o poco se ha hecho para superarla. La crisis económica se da cuando los dueños del capital empiezan a tener «problemas financieros». Elevan el grito al cielo y hacen creer que la vida será un desastre. Y bajo esa estrategia suben los precios de sus productos, bajan los salarios, despiden a sus trabajadores, piden ayuda al estado y hasta solicitan ser exonerados de sus impuestos. Y la crisis política es producto de la correlación de fuerzas de los que gobiernan. No tiene nada que ver con la tan nombrada democracia. Pero para meter miedo hacen una sola mezcolanza y como la mayoría de gente pobre poco entiende de esto, entra en pánico y depresión. La democracia es el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. En la práctica esto no acontece. Aclarar estos conceptos puede ayudarnos a entender los fenómenos sociológicos desde otra perspectiva.

Me temo que políticamente hablando soy pesimista, lo admito. Pero algo hay que hacer. Benditos aquellos y aquellas que trabajan por la verdad y la justicia aún sabiendo que serán incomprendidos. Por ellos y ellas vale la pena soñar.

La poesía: versificación I y II

Centro Escolar Católico “San Agustín”

Guía de trabajo

Por emergencia del COVID-19. Decreto Presidencial # 12
Lenguaje y Literatura para 8° grado, secciones “A” y “B”

Nombre del docente: Bonifacio Cantarero

Objetivo:
• Elaborar guías de trabajo en la asignatura de Lenguaje y Literatura para asegurar la continuidad del proceso de enseñanza aprendizaje del año escolar 2020 en los estudiantes de tercer ciclo.

Descargue la presentación y estudie el tema una y otra vez hasta que lo domine. La siguiente semana, específicamente el 03 de junio, aplicaré un examen corto para ir evaluando el tema.

Enlace a YouTube:

Le invito a ver el siguiente vídeo para ampliar el tema:

La oración gramatical y los signos del teatro (Trabajo para 9° A y B)

Centro Escolar Católico “San Agustín”

Grado: Noveno Secciones: “A” y “B”

Fecha: viernes 14 de mayo de 2021. Docente: Bonifacio Cantarero.

Estudiantes de noveno grado, vamos a estudiar el tema de la oración gramatical simple, compuesta y compleja ¿Qué va a hacer? Simplemente, estudiar el tema hasta que lo comprenda y domine. Posteriormente enviaré un examen corto, desde Google drive. Tambien comparto dos vídeos: uno sobre la oración gramatical y otro vídeo sobre los signos del teatro ¿Qué hará con estos videos? con el primero unicamente lo estudiará y con el segundo Elabore una tabla donde clasifique los 13 signos del teatro con su respectiva descripción de cada uno. Ese trabajo lo realizará de forma digital y lo compartirá a mi correo ¡Manos a la obra!

La oración gramatical:

Los signos del teatro:

Nota: el trabajo de los signos teatrales, mándelo a mi correo: bonicantarero69@gmail.com, por favor

Los Mitos y Leyendas (Unidad 3, 8° A y B)

¿Qué es un mito? Etimológicamente, los expertos señalan que la palabra mito proviene directamente de la voz griega mythos que en su significado primordial puede traducirse como hilo, aunque también refiere a “relato” o “cuento”, por lo que algunos críticos literarios señalan que el mito es el hilo conductor de la historia de un pueblo o comunidad, pues en su esencia trata de dar explicación sobre la creación del mundo o a hechos que constituyen nudos históricos esenciales en la vida de una población

Características del mito:

La principal característica del Mito es su carácter anónimo, ya que al igual que la Leyenda, se desconoce el autor, siendo entonces atribuido al pueblo donde se cuenta o se transmite de generación en generación.

Se distingue por ser una narración de tipo oral, la cual es enseñada de padres a hijos, en la actualidad algunos de los importantes mitos occidentales se encuentran por escrito, aunque su enseñanza no ha perdido del todo el carácter oral.

En tercer lugar, como refiere el célebre filósofo Mircea Eliade, el mito resalta por ser una historia que trata de dar explicación sobre hechos acaecidos en tiempos primigenios, es decir, anterior a la memoria de la humanidad. De esta forma, al referirse a hechos ocurridos antes de que el mundo conocido tuviese esta forma, por lo general son relatos que tratan de explicar la creación y los fenómenos naturales, donde intervienen deidades y seres fantasiosos, por lo que igualmente el mito es considerado como un relato sagrado, pues habla sobre la intervención de los dioses en el mundo.  No obstante, algunos mitos carecen del carácter de sagrado, por no hacer referencias a momentos primigenios. Sin embargo, estos mitos históricos hacen referencia a momentos sumamente importantes para la vida de una comunidad.

De esta forma, tal como señaló en su momento el famoso antropólogo Claude Lévi-Strauss, sean de importancia sagrada o histórica los mitos tienen dentro de sus características básicas ofrecer un relato de hechos que tratan de dar explicación a una pregunta existencial, sea ésta cómo llegaron al mundo, cómo  nace el ser humano, cuál es la razón de la vida, qué pasa cuando se muere, entre otras. Visto así, entonces, el mito surge como una necesidad humana para llenar un vacío ontológico.

Los expertos en Literatura han identificado tres categorías de mitos: explicativos, correspondiente a aquellos mitos que tratan de dar explicación al mundo y sus personajes; significativos, la cual trata de proporcionar calma a los individuos, explicándole el porqué de los sucesos vitales como la derrota, la muerte, la pérdida; y finalmente los mitos pragmáticos, que trata de dar razón del porqué del funcionamiento o estructura de una construcción social o institucional. Es decir, que sea cual sea su función específica, el mito cuenta como característica fundamental ser un relato con intenciones pedagógicas, que busca educar al

Clases de mitos

Se distinguen varias clases de mitos:

  1. Mitos teogónicos: Relatan el origen y la historia de los dioses. Por ejemplo, Atenea surgiendo armada de la cabeza de Zeus. A veces, en las sociedades de tipo arcaico, los dioses no son preexistentes al hombre. Por el contrario, frecuentemente los hombres pueden transformarse en cosas, en animales y en dioses. Los dioses no siempre son tratados con respeto: están muy cercanos a los hombres y pueden ser héroes o víctimas de aventuras parecidas a las de los hombres.
  2. Mitos cosmogónicos: Intentan explicar la creación del mundo. Son los más universalmente extendidos y de los que existe mayor cantidad. A menudo, la tierra, se considera como originada de un océano primigenio. A veces, una raza de gigantes, como los titanes, desempeña una función determinante en esta creación; en este caso tales gigantes, que son semidioses, constituyen la primera población de la tierra. Por su parte, el hombre puede ser creado a partir de cualquier materia, guijarro o puñado de tierra, a partir de un animal, de una planta o de un árbol. Los dioses le enseñan a vivir sobre la tierra.
  3. Mitos etiológicos: Explican el origen de los seres y de las cosas; intentan dar una explicación a las peculiaridades del presente. No constituyen forzosamente un conjunto coherente y a veces toman la apariencia de fábulas.
  4. Mitos escatológicos: Son los que intentan explicar el futuro, el fin del mundo; actualmente, en nuestras sociedades aún tienen amplia audiencia. Estos mitos comprenden dos clases principales: los del fin del mundo por el agua, o por el fuego. A menudo tienen un origen astrológico. La inminencia del fin se anuncia por una mayor frecuencia de eclipses, terremotos, y toda clase de catástrofes naturales inexplicables, y que aterrorizan a los humanos.
  5. Mitos morales: Aparecen en casi todas las sociedades: lucha del bien y del mal, ángeles y demonio, etc. En definitiva, los inventos y las técnicas particularmente importantes para un grupo social dado se hallan sacralizadas en un mito. Los ritos periódicos contribuyen a asegurar su perennidad y constituyen de esta forma una especie de seguro para los hombres. Las fiestas a que dan lugar son para los hombres ocasión de comunicarse con las fuerzas sobrenaturales y de asegurarse su benevolencia.
  6. Antropogónicos: narran el origen del hombre que puede estar hecho de varios elementos. Por ejemplo, en el Popul Vuh se narra la formación del hombre depués de varios intentos: de madera para formar sus partes rígidas y de maíz blanco y rojo para formar su carne y su sangre.
  7. Fundacionales: narran cómo se fundaron las ciudades por voluntad de los dioses. Un ejemplo es la ciudad de Roma fundada por los gemelos Rómulo y Remo que fueron amamantados por una loba.

LA LEYENDA

Una leyenda es una narración oral o escrita, en prosa o verso, de apariencia más o menos histórica, con una mayor o menor proporción de elementos imaginativos.

Pueden ser religiosas, profanas o mixtas, según el tema del cual traten. Las leyendas también pueden ser populares (de formación más o menos espontánea o inconsciente), eruditas o fruto de una combinación de elementos de ambos orígenes. Pueden haber sido inicialmente eruditas y haber conseguido, después, una gran popularidad.

Sin importar la extensión que tenga -aunque por lo general es corta- el rasgo que la define es su tema. La leyenda siempre es un relato que pretende explicar un fenómeno natural -como las tempestades, los lagos, los terremotos-, contando una historia fantástica. Como ejemplo, la leyenda de la Laguna del Inca, de intenso color verde, dice que en el fondo de sus aguas está enterrado el cuerpo de una princesa inca, cuyos ojos eran de ese color, quien murió el día en que acababa de casarse.

Su dolido esposo no quiso enterrarla, sino dejarla allí, y cuando lo hubo hecho, las aguas transparentes se tornaron del color que conservan hasta hoy. Como en toda leyenda, esto pasó hace muchísimo tiempo, y la narración fue pasando de boca en boca, de generación en generación, hasta que alguien acertó a escribirla. Por esto decimos que las leyendas se originan en forma oral u escritas.

Actividad final

Actividad final

LEA LA SIGUIENTE LEYENDA

EL MONTE DE LAS ÁNIMAS (Gustavo Adolfo Bécquer)

https://etc.usf.edu/lit2go/49/obras-de-gustavo-adolfo-becquer-tomo-primero/928/leyenda-15-el-monte-de-las-animas/

Ahora que leyó detenidamente y comprendió, conteste las siguientes preguntas :

  1. ¿Qué es el mito?
  2. ¿De qué hablan los mtos?
  3. ¿Cuáles son las características principales del mito?
  4. ¿En cuántas categorías se dividen los mitos?
  5. ¿Cómo se clasifican los mitos según su tipología?
  6. Menciones tres mitos famosos de la antigua Grecia
  7. ¿Qué es la leyenda?
  8. ¿De qué hablan las leyendas?
  9. ¿Cuál es la diferencia entre mito y leyenda?
  10. Menciones tres leyendas salvadoreñas
  11. ¿De qué país era Gustavo Adolfo Bécquer?
  12. ¿A qué movimiento literario perteneció Gustavo Adolfo Bécquer?
  13. ¿En que siglo vivió Gustavo Adolfo Bécquer?
  14. ¿Quién es el «rey de los cazadores?
  15. ¿Quiénes son los principales personajes del cuento?
  16. ¿Dónde pasa la acción del cuento?
  17. ¿En qué tiempo histórico se desarrolla la historia de Alonso y Beatriz?
  18. La leyenda de «El monte de las ánimas» tiene algo que ver con una fiesta tradicional muy importante ¿Cúal?
  19. ¿De qué muere Beatriz?
  20. ¿Por qué sale Alfonso al Monte de las Ánimas a buscar la cinta azul de Beatriz?

¿Y los pobres qué lugar ocupan?

Vivir en una realidad ilusoria es peligroso porque cuando te topas con la realidad en toda su crudeza entras en shock. Pero es que, además, el ilusorio crea un mundo donde solo caben las personas que piensan como él. Entonces, cuando alguien piensa diferente y te cuestiona lo sacas de tu mundo ilusorio o lo aíslas. Las redes sociales son la mejor muestra. En la lista de contactos tienen cabida los que piensan igual, si opinas en contra te descartan, te bloquean o te insultan. Por lo tanto, es imposible hacer un análisis objetivo, donde las ideas se debatan. Un análisis es objetivo cuando contrastas las dos realidades: la ilusoria y la real. Cuando una persona vive en esa burbuja, lo mejor es apartarse.

Otro elemento de mi análisis es que vivimos en una sociedad violenta. No solo las pandillas son violentas, todos los estamentos son violentos. Es violento el microbusero, el pasajero, el vendedor, el comprador, el jefe y el trabajador, el profesor, el estudiante, el pastor y el feligrés, la esposa, el esposo, el padre, la madre, el hijo y la hija. Es violenta la autoridad que vela por el orden y el funcionario público.

¿Y los corruptos? ¡Ah, los corruptos! Estos nos tienen como rehenes, nos han tenido como rehénes y cuando son amenazados brincan como peces en lo seco y se ponen nerviosos y maquillan las leyes para seguir impuros. El estado es un botín y por eso, los políticos, hacen lo imposible por llegar a él. Al conquistarlo, contratan a todos los que han sido leales, quitan a los que han estado bebiendo de la teta del estado y ponen a los suyos. Y como la corrupción tiene muchos tentáculos, esta tratará de atrapar hasta el más honesto de la siguiente planilla.

¿Y los pobres que cabida tienen en todo esto?

Acabemos con la pobreza y la violencia se autodestruirá sola. El gran problema es que los dueños de este mundo no tienen el mínimo deseo de combatir la miseria; al contrario, ponen el capital y las ganancias por encima de todo. Y si hay que matar para ganar se hace. Las grandes tentaciones: el poder, el tener y el placer están a la orden del día en un mundo donde la vida vale solo si tienes dinero.

La aporodofobia es evidente cuando, por ejemplo, la migración que es un derecho humano es prohibida, no por ser extranjero, sino por el hecho de ser pobre. Es patético que los países hagan tratados de libre comercio y no tratados de libre circulación de las personas. Es claro que las divisas son más importantes que las peronas en este sistema macabro. Si los migrantes fueran millonarios, los recibirían al otro lado de la frotera con música y algarabía. Con el derribamiento del muro de Berlín, el capitalismo gritó a los cuatro vientos el fin de las utopías, con el muro que el capitalismo construye en el norte, vuelve a surgir la utopía de que «ese otro mundo posible» aun está lejos. Pero, hay que seguir andando.

Así giran las ruedas de este mundo ¿Y los pobres, dónde quedan?

Las categorías gramaticales (Según la G.T)

Categoría gramatical (o parte de la oración o categoría morfosintáctica) es una antigua clasificación de las palabras según su tipo, en la gramática española el término es introducido por Antonio de Nebrija. Modernamente el término categoría gramatical se refiere a una variable lingüística que puede tomar diferentes valores que condicionan la forma morfológica concreta de una palabra mucho más general que el uso tradicional del término.

Categorías en la gramática tradicional

En gramática tradicional la clasificación según categorías es de tipo semántico y no funcional. El concepto tal como lo introdujo la gramática tradicional se considera superado y ha sido substituido por un análisis más moderno, no obstante su uso sigue siendo común en la gramática escolar y tradicional.

Las categorías que reconoce y la clasificación que propone la gramática tradicional son morfológicas y no deben confundirse con la función sintáctica que desempeña la palabra o grupo de palabras (locuciones).

La gramática tradicional distingue nueve partes de la oración (las ocho de Nebrija más el artículo. El artículo lo estudiaremos junto a los determinantes)

  1. SUSTANTIVO
  2. PRONOMBRE
  3. VERBO
  4. DETERMINANTE
  5. ADJETIVO (Nebrija los llamó, Participio)
  6. ADVERBIO
  7. PREPOSICIÓN
  8. CONJUNCIÓN 
  9. INTERJECCIÓN

Las cinco primeras (artículo, nombre, pronombre, verbo y adjetivo) son las llamadas partes variables de la oración, pues las palabras que pertenecen a estos tipos pueden variar en género y número, sin dejar de ser la misma palabra. Una excepción la constituye el verbo, que no varía en género, pero sí en número, persona, tiempo, modo, voz y aspecto.

Obviamente esta clasificación de la gramática tradicional no es aplicable a lenguas como el chino, el turco o muchas lenguas amerindias, bien por carecer de flexión o bien por carecer de preposiciones, o bien porque verbos y adjetivos forman una clase única.

1.  EL NOMBRE O SUSTANTIVO

El sustantivo se ha definido como una palabra que sirve para designar personas, animales o cosas que tienen existencia independiente, ya en la realidad, ya por abstracción.

El sustantivo, a su vez, puede clasificarse según las cosas a las que nombra. En primer lugar, lo sustantivos se dividen en:

  • Sustantivo propio, que son los que nombran a un ser en forma concreta, ya sea un objeto o un sujeto, de manera particular. Los sustantivos propios siempre se escriben con mayúscula y puedes ser, por ejemplo, nombres de personas o lugares (Juan, María, Uruguay).
  • Sustantivo común, que son los que designan una persona, animal y objeto de manera general, como por ejemplo mesa, silla, vaca, perro, montaña, amor, etcétera. Los sustantivos comunes se dividen, además entre concretos y abstractos.
  • Sustantivos abstractos, que designan ideas y sentimientos que no pueden ser percibidos por los sentidos, como por ejemplo libertad, felicidad, odio, compasión, etcétera.
  • Sustantivos concretos, cuando nombran cosas que sí se pueden percibir por los sentidos.

Podemos además diferenciar entre individuales y colectivos:

  • Sustantivos individuales: Nombran un ser en particular. Ej. pez, perro.
  • Sustantivos colectivos: Nombran de manera global o grupal los seres. Por ejemplo, “pez” es individual y “cardumen” es colectivo.

Si el sustantivo puede numerarse, estamos hablando de un sustantivo contable (por ejemplo “manzana”, “mesa”, “amigo”), por el contrario si no podemos numerar pero sí medir, hablamos de sustantivo no contable (“agua”, “azúcar”, por ejemplo, no podemos decir dos azúcares pero sí un kilo de azúcar).

Otra clasificación que se puede emplear es la de dividir entre sustantivos primitivos y derivados (derivan de otro sustantivo, como por ejemplo “zapatería”, “heladería”, “panadería”). También es posible indicar si un sustantivo es simple o compuesto (en el caso de “lavarropas”, “paraguas” por ejemplo).

TIPOS DE SUSTANTIVOS:

ABSTRACTOS: belleza, caridad, fe…
CONCRETOS: agua, lápiz, piedra…
COLECTIVOS: alameda, ejército, rebaño…
INDIVIDUALES: álamo, soldado, oveja…
PROPIOS: Luisa, Barcelona, Aneto…
COMUNES: mujer, ciudad, montaña…
CONTABLES: dos discos, muchas chicas…
NO CONTABLES: agua, petróleo, oro…
SUSTANTIVOS EPICENOS son los que designan personas o animales sin diferenciar el sexo: gorila, víbora, elefante, cría.

EL GÉNERO EN EL SUSTANTIVO:

Los sustantivos poseen género (femenino o masculino) y número (singular o plural). La mayoría de los sustantivos pueden modificarse de masculino a femenino y viceversa, así como ser singular o plural. La mayoría de los sustantivos femeninos terminan con la vocal –a mientras que los masculinos con la vocal –o.

Por eso es que podemos, por ejemplo, decir gato y gata, perro y perra. Sin embargo, en algunos casos, el significado se modifica, como por ejemplo canasto y canasta (cambia el tamaño del objeto). Algunos femeninos son completamente diferentes a su masculino, como pasa con caballo y yegua o actor y actriz. Algunos sustantivos se escriben igual en singular y plural como por ejemplo tórax, clímax, caries.

El sustantivo dentro de la oración

El sustantivo es núcleo del sintagma nominal, principalmente del sujeto de la oración.

En una oración puede haber uno o más núcleos sustantivos dentro de un sujeto (simple o compuesto) y debe concordar con el verbo conjugado del predicado (singular o plural). Lo mismo ocurre con los adjetivos, que deben concordar con el sustantivo en género y número para que la cohesión de la oración sea correcta.

2. LOS DETERMINANTES
Determinante es la palabra que acompaña al nombre para señalar al objeto al que se refiere y concuerda con él en género y número. Ej. La pelota, mi padre, aquellos coches.

Clases de determinantes: artículos, posesivos, demostrativos, numerales, indefinidos, interrogativos y exclamativos.

Artículos

Los artículos se dividen en determinados e indeterminados.

  • Artículo determinado: es la palabra que va delante del nombre conocido.
    Formas: el, la, los, las. Ej. El caballo, las mariposas.
  • Artículo indeterminado: es la palabra que va delante de los nombres desconocidos.
    Formas: un, una, unos, unas. Ej. Una casa, unos profesores.

Determinantes posesivos

Determinante posesivo es la palabra que va delante del nombre indicando posesión o pertenencia. Ej. Mi perro, sus gatos, vuestra casa.

Formas:

  • Mas. sing: mi/mío, tu/tuyo, su/suyo nuestro, vuestro.
  • Mas. plu: mis/míos, tus/tuyos, sus/suyos, nuestros, vuestros.
  • Fem. sing: mi,/mía , tu/tuya , su/suya, nuestra, vuestra.
  • Fem. plu: mis/mías, tus/tuyas, sus/suyas, nuestras, vuestras.

Determinantes demostrativos

Determinante demostrativo es la palabra que va delante del nombre indicando si el nombre está cerca o lejos de la persona que habla. Ej. Esa niña, Aquellos abuelos.

Formas:

  • Mas. sing: este, ese, aquel.
  • Mas. plu: estos, esos, aquellos.
  • Fem. sing: esta, esa, aquella.
  • Fem. pl.: estas, esas, aquellas.

Determinantes numerales

Los determinantes numerales se dividen en cardinales y ordinales

Determinantes numerales cardinales son las palabras que acompañan al nombre expresando número o cantidad exacta de elementos.

Formas: Uno, dos tres……quince, cien….
Ej. : Tengo cincuenta dólares. Allí se ven dos elefantes.

Determinantes numerales ordinales son las palabras que acompañan al nombre expresando orden.

Formas: Primero, segundo quinto decimotercero.
Ej.: Ya he leído el primer capítulo del libro. Luis es el quinto alumno.

Determinantes indefinidos

Determinantes indefinidos son las palabras que acompañan al nombre expresan la cualidad de un modo vago o impreciso.

Fomas: algunos, pocos, varios, muchos, bastantes, demasiados, cada…
Ej.: Varios niños comieron patatas. Llegaron muchos amigos. Demasiados caramelos.

Determinantes interrogativos

Determinantes interrogativos acompañan al sustantivo para preguntar.

Formas: Qué, cuánto, cuánta, cuántos, cuántas.
Ej.: ¿Qué niño te ha preguntado?

Determinantes exclamativos

Determinantes exclamativos se colocan delante del sustantivo para exclamar.

Formas: Qué, cuánto, cuánta, cuántos, cuántas.
Ej.: ¡Qué película tan buena!. ¡Cuánta alegría hay aquí!

Resumen

Los determinantes pueden ser:

  • Artículos: Son determinantes que acompañan al nombre para indicarnos si se trata de un ser conocido o desconocido.
    – Son determinados (el, la, los, las) e indeterminados (un, una, unos, unas).
  • Demostrativos: acompañan al nombre para indicar su proximidad o lejanía con relación a la persona que habla.
    -Cerca: este, esta, estos, estas.
    -Distancia media: ese, esa, esos, esas.
    -Lejos: aquel, aquella, aquellos, aquellas.
  • Posesivos: acompañan al nombre indicando posesión o pertenencia.
    -Pueden referirse a un solo poseedor (una persona) o a varios poseedores (varias personas).
  • Numerales: acompañan al nombre e indican numero u orden.
    -Pueden ser cardinales (dos, ocho…) u ordinales (segundo, octavo).
  • Indefinidos: Indican que se desconoce la cantidad exacta de lo nombrado
    -Ejemplo: alguno, pocos, muchos…
  • Interrogativos y exclamativos: Son aquellos que acompañan al nombre en oraciones interrogativas o exclamativas.
    -Son determinantes interrogativos y exclamativos: Qué, Cuántos, Cuál, Cuáles.
3. EL ADJETIVO

Las palabras moderno y antiguo permiten distinguir dos coches, especificando una característica de cada uno.

Los adjetivos son palabras que nombran o indican cualidades, rasgos y propiedades de los nombres o sustantivos a los que acompañan.

La belleza de la flor natural es insuperable. Esta vistosa flor alegra nuestros sentidos.

Concordancia

  • El adjetivo siempre concuerda en género y número con el nombre al que acompaña, tanto si va delante como si va detrás.  Vistosa flor de colores vivos.
  • Si un adjetivo va antes de varios nombres, concuerda en género y número con el primer nombre. Si se trata de personas, el adjetivo debe ir en plural. El largo viaje y la llegada fueron agotadores. Los tímidos Pedro y Ana se sonrojaron.
  • Si el adjetivo se coloca después de varios nombres, concuerda en plural con ellos, respetando su género. Un día y un viaje agotadores. Una alegría y una amistad duraderas.
  • Si el adjetivo va detrás de los nombres, pero éstos son de género distinto, el adjetivo irá en plural y en masculino, aunque alguno de los nombres sea femenino. Un día y una noche largos. Una silla y un sofá cómodos.

Grados del adjetivo

Los adjetivos expresan cualidades de los nombres con mayor o menor intensidad. Estas variaciones reciben el nombre de grados del adjetivo.

Es un pastel dulce. Es un pastel muy dulce. Es el pastel más dulce de todos.

  • Grado positivo. Un adjetivo está en grado positivo cuando expresa una cualidad sin dar idea de intensidad. Vicente es ágil y Pedro está fuerte.
  • Grado comparativo. Un adjetivo está en grado comparativo cuando expresa una cualidad indicando una variación o comparación en cuanto a la intensidad que relaciona dos términos entre sí. Vicente es menos ágil que Carlos.
  • Si la cualidad de un término es inferior a la del otro, utilizamos un grado comparativo de inferioridad, mediante las palabras menos… que. Pedro es menos alto que Juan.
  • Si la cualidad de un término es igual a la del otro, utilizamos el grado comparativo de igualdad, mediante las palabras igual… que, tan… como. Pedro es tan alto como Juan.
  • Si la cualidad de un término es superior a la del otro, utilizamos el grado comparativo de superioridad, mediante las palabras más… que. Pedro es más alto que Juan.
  • Grado superlativo. Un adjetivo está en grado superlativo cuando expresa una cualidad del nombre en su grado máximo. Juan es muy simpático. Juan es simpatiquísimo.
  • Cuando expresamos una cualidad en su grado más elevado estamos utilizando el grado superlativo absoluto. Pedro es rapidísimo. Pedro es muy rápido.
  • Si utilizamos el grado superlativo de un adjetivo haciendo referencia a otros nombres, es decir, comparándolo con otros, estamos usando el grado superlativo relativo. Pedro es el más rápido del equipo.

Clases de adjetivos

  • Explicativos o epítetos

Ana paseaba sobre la blanca nieve

Ana hizo un ramo con rosas blancas de su jardín

En la primera oración el adjetivo blanca va delante del nombre para llamar la atención; ya que indica una cualidad propia de la nieve (la nieve siempre es blanca) y además, si quitásemos el adjetivo no se alteraría el significado de la oración.

El adjetivo explicativo o epíteto es el que expresa una cualidad no necesaria del nombre, pero que añade mayor belleza e interés literario al texto. Suele ir antepuesto al nombre. El hábil jugador marcó un gol.

  • Especificativos. En la segunda oración el adjetivo –blancas- califica a rosas distinguiéndola del resto (sólo las rosas de color blanco). Si quitamos el adjetivo, la oración pierde significado.

El adjetivo especificativo es el que expresa una cualidad necesaria del nombre que lo diferencia de los demás. Suele ir detrás del nombre. El jugador hábil marcó un gol.

4. EL PRONOMBRE

Los pronombres son una clase de palabras cerradas que funcionan en la oración como los sustantivos. Pero frente a estos, presentan la característica de tener rasgos gramaticales como el de persona.

CLASIFICACIÓN de los pronombres:
a. PERSONALES
b. DEMOSTRATIVOS
c. INDEFINIDOS
d. NUMERALES
e. RELATIVOS
f. INTERROGATIVOS-EXCLAMATIVOS

LOS PRONOMBRES PERSONALES

Sustituyen y representan a los nombres y las relaciones personales. Tienen formas tónicas y átonas:
.- formas tónicas: YO, TÚ, ÉL, ELLA, ELLO, MÍ, TI, SÍ, CONMIGO, CONTIGO, CONSIGO, NOSOTROS/AS, VOSOTROS/AS, ELLOS/AS, USTED/ES . ( Las formas de respeto USTED y USTEDES son pronombres de tercera persona desde el punto de vista sintáctico, dado que concuerdan con el verbo en tercera persona: USTED dice, USTEDES dicen. Sin embargo, pertenecen a las segunda persona en el acto comunicativo pues se refieren al interlocutor y no a una persona ausente.)
.- formas átonas: ME, TE, SE, NOS, OS, LE, LA, LO, LES, LAS, LOS.

LOS PRONOMBRES DEMOSTRATIVOS

Todas las formas de los determinantes demostrativos ejercen el papel de PRONOMBRE sólo cuando aparecen SIN SUSTANTIVO. Son siempre pronombre las formas neutras ESTO, ESO, AQUELLO.
ESE no me gusta, AQUELLA es más bonita.

LOS PRONOMBRES INDEFINIDOS

Propiamente dichos son NADIE, ALGUIEN, NADA, ALGO, QUIENQUIERA y QUIENESQUIERA. También lo son todas las formas vistas antes cuando aparecen sin sustantivo.
NADIE vino a verme. Las vi TODAS
También deben considerarse pronombres indefinidos las secuencias complejas CADA UNO y CADA CUAL: CADA UNO tiene su casa; Allá CADA CUAL.

LOS PRONOMBRES NUMERALES

Son las formas estudiadas antes cuando sustituyen al nombre.
Sólo vimos a CINCO de ellos. Nunca más fue PRIMERO. Sólo quiero un TERCIO. Vi que AMBOS estaban contentos.

LOS PRONOMBRES RELATIVOS

Son palabras que se refieren a un elemento anterior en el discurso, que se llama ANTECEDENTE y que puede ser explícito o implícito:
El QUE se enfada pierde.
Formas de los pronombres relativos:
QUE, CUAL, CUALES, QUIEN, QUIENES, CUANTO, CUANTA, CUANTOS, CUANTAS.

LOS PRONOMBRES INTERROGATIVOS-EXCLAMATIVOS

Son tónicos y siempre llevan tilde.
¿CUÁL de los tres?, ¿QUIÉN de vosotros?, ¿QUÉ has hecho?, ¿CUÁNTOS sois?, ¿CUÁNTAS habéis sido?, ¡QUIEN lo diría!, ¿QUÉ le vamos a hacer?

5. EL VERBO

Se conoce como verbo a una clase de palabra cuyo significado indica la acción, el estado o proceso que realiza o sufre cualquier realidad mencionada en la oración. En la oración, el verbo funciona como el núcleo del predicado.

Al igual que otras palabras, el verbo presenta lexema, en el que reside el significado verbal, y morfemas de persona y número. Tiene, además, morfemas de tiempo, modo y aspecto.

Tomando en cuenta lo anterior, los verbos pueden ser flexionados en persona; primera persona (yo), segunda persona (tú), y tercera persona (se refiere a algo o alguien ausente de la comunicación, por ejemplo: él, ella, Juan, etc.). En referencia al tiempo: pasado, presente, futuro, pretérito perfecto, pretérito imperfecto. Por último la voz: activa, pasiva, reflexiva.

Los sinónimos de la palabra verbo son: conjugación, voz, vocablo.

En inglés, la expresión verbo es verb. En referencia a este punto, el verbo to be, en español se traduce en “ser» o «estar” y se utiliza como verbo principal o como verbo auxiliar, siendo irregular en el presente y en el pasado. Por ejemplo: “I am lawyer» (yo soy abogada) se utiliza el verbo como ser y “I am in my house» (estoy en mi casa) se utiliza el verbo como estar.

Modos verbales

Los modos verbales es la forma en que los verbos pueden expresarse. En este sentido, existen tres grandes modos verbales:

  • Modo indicativo
  • Modo subjuntivo
  • Modo imperativo
Indicativo

En el modo indicativo el hablante expresa acciones concretas o reales.

Modo indicativoTiempoEjemplos
SimplePresente

Pretérito perfecto

Futuro

Condicional simple

Yo juego

Yo jugué

Yo jugaré

Yo jugaría

CompuestoPretérito perfecto compuesto

Pretérito pluscuamperfecto

Pretérito anterior

Futuro perfecto

Condicional perfecto

Yo he jugado

Yo había jugado

Yo hube jugado

Yo habré jugado

Yo habría jugado

Subjuntivo

En el modo subjuntivo, el hablante expresa deseos, dudas, temores.

Modo subjuntivoTiemposEjemplos
SimplePresente

Pretérito imperfecto

Futuro

Yo ame

Yo amara o amase

Yo amare

CompuestoPretérito perfecto

Pretérito pluscuamperfecto

Futuro perfecto

Yo haya amado

Yo hubiera amado

Yo hubiere amado

Imperativo

En el modo imperativo el hablante transmite una orden o petición como, por ejemplo:

  • Vete inmediatamente.
  • Cierra la puerta, por favor.

Conjugación de verbos

Por regla general, los verbos siguen un modelo de conjugación según la terminación de su infinitivo:

  • Infinitivos terminados en “ar”: verbos de la primera conjugación (saltar, caminar, amar, arrastrar)
  • Infinitivos terminados en “er”: verbos de la segunda conjugación (correr, comer, temer, suceder)
  • Infinitivos terminados en “ir”: verbos de la tercera conjugación (vivir, morir, sacudir ir, existir)

También existen los verbos irregulares que tienen una conjugación especial, no obedeciendo a la regla general.

Formas verbales

Las formas verbales son:

  • Infinitivo: es la forma que se utiliza en los diccionarios para dar entrada al significado de cualquier verbo, y es la forma empleada para nombrar su conjugación, en la oración puede hacer las funciones de verbo y sustantivo, por ejemplo: “comer bien es fundamental para la salud”, “puedes venir a vernos”.
  • Gerundio: indica la circunstancia que rodea a la acción verbal, como: “hay músicos tocando en la plaza”.
  • Participio: es la única forma que admite flexión de género y número. En la oración puede asumir funciones de adjetivo. Por ejemplo: “la cámara está estropeada”.
Clasificación de los verbos

Desde el punto de vista de su morfología, los verbos se dividen en regulares, irregulares, impersonales, defectivos, y pronominales.

Verbo regular e irregular

Los verbos regulares no presentan variación en su raíz, como: amar, comer, vivir, sonreír, entre otros. Por el contrario, los verbos irregulares presentan variación en su raíz, por ejemplo: dar (doy, dimos, diere), saber (sé, supe).

Verbo transitivo e intransitivo

Un verbo es transitivo si su acción pasa a una persona o cosa distinta del sujeto que la ejecuta, los verbos transitivos precisan de un complemento directo para completar su significado. Por ejemplo: “He leído el libro que me prestaste”.

Por su parte, el verbo intransitivo es cuando su acción no pasa a una persona o cosa distinta del sujeto que la ejecuta. Los verbos intransitivos tienen significado pleno, y no necesitan un complemento directo, como, por ejemplo: “Me marcho a casa”, “vengo del hospital”.

6. EL ADVERBIO

Se conoce como adverbio a la parte invariable de la oración que puede modificar el significado del verbo, de un adjetivo o de otro adverbio o de toda una oración. Por ejemplo, “Llegué bien”, “Debemos despertarnos temprano”.

Semánticamente expresa circunstancias de lugar, tiempo, modo, cantidad, orden, duda, entre otros, y su principal función en el contexto oracional es la de complemento circunstancial, por esa razón puede contestar a preguntas como ¿dónde?, ¿cómo? y ¿cuándo?

Por otra parte, morfológicamente el adverbio es invariable en género y número.

La palabra adverbio deriva del latín adverbium, que se forma por el prefijo ad- (hacia o junto), verbum (palabra o verbo), y el sufijo -ium.

Clasificación de los adverbios
TipoSignificadoEjemplos
De lugarExpresan circunstancias especiales.aquí, ahí, allí, acá, allá, cerca, lejos, enfrente, delante, detrás, dentro, adentro, fuera, arriba, encima, abajo, debajo, donde, adonde.
De tiempoExpresan circunstanciales temporales.hoy, ayer, mañana, tarde, temprano, pronto, nunca, ahora, entonces, mientras, antes, después, anoche, luego, siempre, bien.
De modoIndican cualidades, modales o matizan las del adjetivo.bien, mal, así, tal, despacio, aprisa, adrede, aún, como, peor, mejor, y adverbios acabados en –mente.
De cantidadExpresan modificaciones cuantitativas.mucho, poco, algo, nada, muy, harto, demasiado, medio, mitad, bastante, más, menos, casi, sólo, cuánto, qué, tan, tanto, todo.
De afirmaciónSe utilizan para afirmar.sí, ciertamente, claro, desde luego.
De negaciónSe utilizan para negar.no, nunca, jamás, tampoco, nada.
De dudaSirven para expresar duda o incertidumbre.Acaso, quizá, tal vez, posiblemente.
Grados del adverbio

Existen dos tipos de grados de adverbios:

Grado comparativo: para comparar dos o más cosas. Por ejemplo, “Carlota camina más despacio que Juan”, “él llego temprano como su colega”.

Grado superlativo: puede ser absoluto y se añade la terminación –ísimo/-ísima o -errimo/ -errima. Por ejemplo, “Ramón llegó tardísimo”, y relativo añadiendo al adjetivo un adverbio de cantidad, como, “su hija es la más dulce”.

Locuciones adverbiales

Las locuciones adverbiales son palabras formadas por sustantivos o adjetivos, con o sin proposición, que equivalen a los adverbios en su significación y en su posición sintáctica. Se dividen en distintas clases:

Latinismo: a priori, a posteriori, in vitro, ex aequo, ipso facto, entre otras.

Locuciones que tienen sentido adverbial: a sabiendas, a pie juntillas, a oscuras, de vez en cuando, entre otras.

Grupos proposicionales:funcionalmente equivalen al adverbio como, a ciegas, a oscuras, a lo grande, al revés, con todo, en resumen, por último, entre otras.

Adjetivos adverbializados: alto, bajo, claro (con verbos como decir, hablar, cantar); largo y tendido (con el verbo hablar); claro (con verbos como ver, comprender, explicar); firme, fuerte, rápido (con verbos como andar, dar, golpear, pisar), entre otros.

Ejemplos de adverbios

A continuación se presentan algunos ejemplos de adverbios:

  • María trabaja lejos. (Adv. de lugar)
  • Todavía no estoy en mi casa. (Adv. de tiempo)
  • En este examen salí mejor. (Adv. de modo)
  • Me gusta bastante la sopa. (Adv. de cantidad)
  • Efectivamente me gustó el libro. (Adv. de afirmación)
  • No me gusta tu actitud. (Adv. de negación)
  • Luis posiblemente no venga hoy. (Adv. de duda)
7. LA PREPOSICIÓN

Las preposiciones son palabras átonas (excepto SEGÚN) e invariables, es decir, no llevan desinencias. La FUNCIÓN de las preposiciones consiste en relacionar palabras sirviendo de enlace entre ellas. La relación que establecen es siempre de subordinación o dependencia.

Estas son:
A, ANTE, BAJO, CABE, CON , CONTRA, DE, DESDE, EN, ENTRE, HACIA, HASTA, PARA, POR, SEGÚN, SIN, SO, SOBRE, TRAS, (y la inclusión de SALVO, EXCEPTO, DURANTE, MEDIANTE).
( El paradigma preposicional puede aumentarse con las palabras PRO y VÍA; Asociación PRO vida; el partido se transmite VÍA satélite.)

 La preposición es una palabra invariable que constituye un tipo de nexo ya que une palabras, oraciones e incluso proposiciones denotando la relación que tienen entre sí. Las preposiciones pueden indicar origen, procedencia, instrumento, destino, tiempo, causa, dirección, lugar, medio, finalidad, punto de partida, motivo, etc.

Preposición

Ejemplo

 A, El uso debe ajustarse al tipo de complemento de la oración y al sentido idiomático de la frase.  Me fui aJapón.

Ayer le he comprado un regalo a mi hermana.

 Ante, se emplea para indicar que algo está delante de, o en presencia de.  La niña se paró ante mí.
 Bajo, se emplea para indicar que algo está físicamente por debajo de; pero también, se usa para indicar una situación de dependencia por subordinación, o de relación consecuencial  Tu lápiz lo encontré bajo la cama.

 Bajo ese punto de vista.

 Cabe, tiene un sentido de proximidad, de estar junto a algo.  No cabe duda que llegarás a la hora.
 Con, tiene varios sentidos y un uso muy extendido. Puede significar indistintamente estar relacionado, estar adjunto, estar contenido, ser un instrumento o un modo, ser un medio para algo.  Viajamos con mi familia al Norte.
 Contra, indica oposición, rechazo, repugnancia, sentimiento de disgusto y también una proximidad física total.  El niño fue vacunado contra la gripe.
 De, tiene numerosas significaciones, tales como pertenencia, materia, procedencia y origen, cualidad, contenido, modo, profesión, causa, tiempo, condición o participación.  La casa de Camilo se vendió.
 Desde, indica procedencia física u origen en el tiempo.  Ellos trabajaron desde las 6 de la tarde.
 En, implica referencias de tiempo, de lugar, de modo y de instrumentalidad.  En verano acostumbramos a salir.
 Entre, expresa una idea de intermediación o alternatividad ya sea de lugar, de opciones o de tiempo, y también de participación en conjunto.  Encontré a tu hermano entre la gente.
 Hacia, indica dirección de un movimiento, o una tendencia sea física o subjetiva.  El conductor se dirigió hacia su destino.
 Hasta, indica un punto de terminación de la acción de un verbo indicativo de lugar o de tiempo.  No vino hasta que lo llamé.
 Para, expresa finalidad, destino, comparación, final de un período, comparación, contraposición.  Para Navidad prepararé una gran cena.
 Por, se emplea con muy variados sentidos, entre ellos causa u origen, aproximación de lugar o de tiempo, modo, finalidad, sustitución de algo.  Tres veces por semana, la visito.
 Según, se emplea para indicar correlación, origen de una expresión u opinión, o dependencia causal.  Se hará según lo establecido.
 So, expresa una idea de dependencia o de consecuencialidad.  Compré un regalo so grande para ti.
 Sin, se emplea para expresar carencia de algo.  Participó sin saber los requisitos.
 Sobre, indica una situación de superioridad en sentido físico o conceptual, de contenido temático, proximidad cronológica, afectación con alguna restricción u obligación.  No dejaron de hablar sobre el problema.
 Tras, indica una situación de posterioridad o de búsqueda de un objetivo, en sentido físico, cronológico, o conceptual  Tras la pelea, se reconciliaron.
8. LA CONJUNCIÓN

CLASIFICACIÓN DE LAS CONJUNCIONES

Las conjunciones son palabras que no tienen variaciones en su empleo, aunque cumplen en las oraciones la función de relacionar algunos de sus elementos, haciendo que toda la oración adquiera un sentido expresivo completo. Ej. Debes hacerlo aunque no quieras

Las conjunciones se clasifican en diversos grupos, atendiendo a la función que cumplen en el relacionamiento de los componentes de una oración. Hay dos clases de conjunciones: coordinantes y subordinantes.

Conjunciones coordinantes: relacionan elementos de la misma categoría sintáctica, que pueden ser: dos o más elementos de una oración (dos sujetos, dos complementos directos, etc.) Ej. Los médicos y los abogados ganan mucho dinero (dos sujetos), pedimos pollo y pan de maíz (dos complementos directos)

Dos proposiciones que, juntas, forman una oración compuesta por coordinación. Ej. Terminé el informe y me fui a casa, me gustaría tomar más cursos, pero no tengo el tiempo.

Las conjunciones coordinantes se subclasifican en:

Copulativas: indican suma o adición: Y, E, NI, QUE

Y ‐ E integran dos complementos en la acción del verbo: Fuimos a Londres y a París, entra y siéntate, hamburguesa, papas y jugo.

Cuando la palabra siguiente comienza por I, se sustituye Y por E para evitar el efecto cacofónico: Ej. Eres necio e ignorante; no puedes mezclar peras e higos. Juan e Iván.

NI cumple la misma función entre proposiciones negativas. Ej. No fuimos a Neiva ni a Pasto, ni come ni deja comer.

QUE funciona como conjunción cuando no resulta viable sustituirla por CUAL (precedida del artículo que corresponda); porque si eso es posible, no se trata de la conjunción sino del pronombre que: Estoy esperando que vengas (conjunción); el libro del que (del cual) estamos hablando (pronombre).

Ej. El profesor dijo que venía en la tarde.

Disyuntivas: Al unir las oraciones o las palabras, expresan una elección entre opciones: son O, U, SEA, BIEN.

O Ej. tendrá que elegir entre viajar a Londres o a París Tendré que esperarla, sea que venga o no, hamburguesa, papas, gaseosa o jugo, ¿Vas o vienes?

U cuando la palabra siguiente comienza por O, se sustituye ésta por U. Ej. Tiene que elegir entre uno u otro, Grecia u Holanda.

Bien Ej. puedes tomar el sol bien en la terraza, bien en el jardín.

IMPORTANTE: Es bastante frecuente la acumulación incorrecta de las conjunciones Y con O; pretendiendo con ello cubrir tanto la alternativa como la oposición: Vendemos productos argentinos y/o brasileños.

Se trata de un empleo claramente incorrecto, por cuanto esas conjunciones expresan contenidos idiomáticos totalmente incompatibles. Ej.

Vendemos productos argentinos y brasileños.

Importaremos productos argentinos o brasileños.

Adversativas: presentan opciones excluyentes y contrapuestas. Ej. aunque, pero, mas, empero, sino, siquiera y las expresiones al contrario, antes bien, si bien, no obstante, sin embargo.

Iré a clase, aunque esté lloviendo.

Creo que son hermanos, pero no estoy seguro.

Desearía complacerte, mas no me es posible.

No pude lograrlo, empero haya hecho todo lo posible.

No llegué tarde a propósito, sino porque me quedé dormido.

No me han quedado ni siquiera unas moneditas.

No estoy equivocado, al contrario, tengo razón en lo que digo.

No ignoraba de qué estaba hablando, antes bien, estaba plenamente informado.

No es una mala película, si bien tampoco es una obra maestra.

Procuraré recibirlo, no obstante tener mi agenda completa.

Me aseguré que vendría, sin embargo todavía no ha llegado.

Nota: Debe distinguirse claramente la conjunción adversativa MAS (sin tilde), del adverbio de cantidad MÁS. Ej. cuando más quería, me gustaría ir al cine, mas no tengo dinero.

Distributivas: indican que las acciones se alternan por razones lógicas, espaciales o temporales: uno… otro…, aquí… allí, bien… bien…, ya… ya…, etc.

Está absolutamente inquieta: ya va, ya viene.

Ya entra, ya sale. Me da lo mismo, sea que llueva, sea que no.

Unas veces canta, otras llora.

Conjunciones subordinantes: solo unen dos o más proposiciones que forman una oración compuesta por subordinación. En las oraciones compuestas subordinadas hay una proposición principal (independiente) y una (o más) proposición subordinada (sintácticamente dependiente de la proposición principal).

Lo sé porque él me lo dijo.

Lo sé. – proposición principal (independiente) porque – conjunción subordinante él me lo dijo. – proposición subordinada (dependiente)

IMPORTANTE: La diferencia principal entre las oraciones compuestas coordinadas y las subordinadas es que en las coordinadas tenemos dos o más elementos con autonomía sintáctica y semántica. En cambio, en las subordinadas tenemos, por lo menos, un elemento que depende de otro sintáctica y semánticamente.

Las conjunciones subordinantes se subclasifican en:

Completivas: la proposición subordinada es el objeto directo del verbo principal: que, si. Ej.

Me prometió que llegaría a tiempo.

Le preguntó si estaba interesada.

Causales: unen la subordinada que expresa causa a la principal: porque, ya que, puesto que, como. Ej.

No ignoraba de qué estaba hablando, porque estaba plenamente informado.

Lo recibí con todo gusto, pues me interesaba oír su opinión.

No me sorprendió lo dicho, puesto que ya lo sabía.

No va porque no quiere.

Consecutivas: unen la subordinada que expresa consecuencia a la principal: luego, así que, conque, de modo que, tan… que…, tanto… que…

Pienso, luego existo.

Tanto gritó que se quedó sin voz.

Comparativas: la proposición subordinada se compara con la principal: así como, tal como, igual que, mejor que, peor que, tanto como…Ej.

Le atrae tanto el estudio como los deportes.

Lo interesa la música así como la literatura.

Le diré cuatro frescas, como que me llamo Juan.

Finales: la subordinada expresa la finalidad de lo que dice la principal: para (que), a fin de que…Ej.

No piensa en eso para estar tranquila.

Es necesario estudiar para enriquecer nuestros conocimientos.

Practico la computación porque me gusta.

Siempre hay que mantenerse mentalmente activo, a fin de superarse permanentemente.

Planificaron todo cuidadosamente con el fin de que nada fuera a fallar.

Concesivas: la proposición subordinada expresa una restricción de lo que expresa la principal: aunque, si bien, por más que, a pesar de que

Aunque Ana le diga que no, ella va a ir.

Por más que lo niegues, no te creo.

Me propongo resolver este problema aunque me lleve horas hacerlo.

Ya estamos todos presentes, por consiguiente podemos iniciar la reunión. Ya estamos todos presentes, así que podemos iniciar la reunión.

Condicionales: la subordinada expresa una condición de la que depende la principal: si, siempre que, con tal que, con sólo que. Ej.

Si todo sale bien, seré millonario.

Lo haría con tal que sus hijos no se enteraran.

Le avisaré, si llego a tiempo.

Le diré eso siempre que me escuche.

Trataré de detenerlo con tal que lo alcance.

Debería guardar reserva una vez que se lo hayamos explicado.

Temporales: unen a la principal la subordinada que expresa tiempo: cuando, después que, antes de que, mientras, tan pronto como, a medida que. Ej.

Cuando leía, le temblaban las manos.

Se fueron antes de que saliera el sol.

Trataré de llegar a mi casa antes de que comience a llover.

Te llamaré por teléfono después de almorzar.

Iré a tu casa en seguida que termine mi horario de trabajo.

Lugar: unen a la principal la subordinada que expresa lugar: donde, adonde, de donde, por donde. Ej. Se fue por donde vino, El cartapacio donde pusiste los documentos está roto.

Modo: unen a la principal la subordinada que expresa la manera en que se realiza la acción: como, según. Ej. Cociné como pude, Llené la solicitud según las instrucciones, según las instrucciones lo estipulan.

9. LA INTERJECCIÓN

Las INTERJECCIONES son palabras que expresan sentimientos muy vivos de dolor, alegría, tristeza, etc. Podemos decir que son reacciones del hablante que se materializan a través de la palabra. Van siempre entre signos de exclamación: ¡ay!, ¡uf!, ¡bah!, ¡zas!, ¡hala!, etc.

Aunque se trata de una palabra la interjección se comporta como un enunciado independiente, es decir, comunica un mensaje completo: ¡ay! tiene una significación plena, equivale a una oración como ¡Me he hecho daño!
Podemos clasificarlas en:

  • Interjecciones primarias o propias: son las verdaderas interjecciones, es decir, palabras que sólo se han creado para expresar emotividad; ¡ay!, ¡uf!, ¡bah!, ¡zas!, ¡hala!, etc. y, por lo tanto, sólo pueden ser interjecciones.
  • Interjecciones impropias: proceden de otra clase de palabras, nombre, verbo, adjetivo, etc. pero se utilizan como interjecciones; ¡ojo!, ¡cuidado!, ¡bravo!, ¡oiga!, ¡vaya!, ¡estupendo!, etc.
  • Locuciones interjectivas: son grupos de dos o más palabras que funcionan como interjecciones: ¡Dios mío!, ¡Cielo santo!, ¡Qué horror!, etc.

Soy maestro porque…

«Un maestro trabaja para la eternidad: nadie puede decir donde acaba su influencia» (H.B.Adams)

Soy maestro porque se me ha concedido el privilegio de construir mundos posibles y soñar con universos imposibles. Porque comparto el cambio para mejorar y a veces también hago que el cambio ocurra.

Soy maestro porque cada día aprendo el doble de lo que enseño. Porque es la única forma que existe de ganarlo todo sin perder nada. Soy maestro porque me siento como el alfarero tomando en mis manos mentes inocentes que al pasar por mis clases se convertirán, contando siempre con la ayuda de Dios, en preciosos elementos de la alfarería social.

Soy maestro porque tengo la oportunidad de compartir con seres humanos de verdad, con personas de carne y hueso; con gente que se equivoca, que tropieza y cae y se vuelve a levantar sin rendirse ni maldecir.

Soy maestro porque mis estudiantes, es decir, mi gente, me conceden el privilegio de contarme sus confidencias, de expresarme sus desalientos y manifestarme sus ilusiones. Soy maestro porque siéndolo ejercito un oficio desafiante, que es, al mismo tiempo muy fácil y también bastante difícil.

Es ingrata y a veces injusta mi profesión. Pero tiene algo especial, por encima de las injusticias y de las ingratitudes, me gusta ser maestro.

Soy maestro porque me fascina el instante mágico en que descubro unos ojos atentos, una mente abierta, un rostro optimista, una postura de entusiasmo: con ellos marcho por la senda del acuerdo y de los éxitos compartidos. Y también soy maestro porque me agrada el ceño arrugado del estudiante incrédulo, los ojos entrecerrados del que duda, la pregunta ingenua del confundido, la afirmación retadora del crítico… esos gestos y esas acciones, me avisan que sigo siendo humano y que puedo equivocarme.

Vivo mi existencia intensamente siendo maestro y, pensándolo bien, no creo que haya una forma de vivir más intensamente la vida. Soy maestro porque tengo fe, esperanza y amor. Tengo fe en Jesús, el verdadero MAESTRO, fe en un porvenir del cual se me ha permitido ser protagonista, porque tengo la esperanza de caminar algún día por un camino tan amplio en donde tú y yo podamos transitar sin tropezarnos y tan angosto que pueda sentir de cerca nuestros afectos y el calor humano. Y tengo el amor que cientos de personas me dan y me reciben mientras hago lo único que creo ser capaz de hacer bien: ser maestro de escuela, con la ayuda de mi mejor MAESTRO.

Quiero, pues, expresar a todo el mundo que soy maestro porque los maestros somos… …constructores de paz…sembradores de sueños…forjadores del progreso…visionarios de mundos nuevos y mejores. Es por eso que, maestro soy, y por siempre lo seré.      Por: Rafael Puig.

La tierra de los invidentes (Cuento).

Por Bonifacio Cantarero

En un país muy, pero muy cercano sus habitantes vivían extremadamente felices. No les hacía falta nada porque sus tierras eran suficientemente fértiles. Sembraban y cosechaban toda clase de granos básicos, frutos y hierbas comestibles para solventar las necesidades básicas; sus ríos eran inmensos y cristalinos, sus bosques se elevaban con sus copas espléndidas, la convivencia era tan humana, armónica y pacífica que no había necesidad de un gobierno. Los niños se educaban en sus casas, a la escuela pública iban únicamente para instruirse académicamente. Aquel pueblo podía considerarse el paraíso terrenal.

En ese lugar no se conocía la palabra conflicto, mucho menos, guerra; cada vez que se suscitaban problemas, propios de la convivencia humana, se reunía la comunidad entera para hacer las paces y suavizar asperezas. No tenían religión, ni templos, no obstante, eran profundamente espirituales. Adoraban la tierra, los árboles, los ríos, la lluvia. Se consideraba capilla el corazón de cada hombre, mujer, niño, niña, adolescente, joven, anciano, anciana. Respetaban la naturaleza entera, pedían permiso para herir la tierra, para cortar un árbol, para sacrificar un animal o para recolectar los frutos que se producían a granel.

Los pueblos vecinos, en nombre de la modernidad, habían hecho mil intentos por someterlos, por adueñarse de sus tierras, de sus bienes, de su cultura y de sus valores. Les ofrecían a cambio cualquier clase de inventos y tonterías insostenibles en el tiempo a cambio de un poco de su riqueza humana y material.

Así transcurrían los días hasta que, de repente, una enfermedad como epidemia cayó sobre el poblado; de la noche a la mañana, todos sus habitantes comenzaron a quedarse ciegos, empezando por los niños y niñas hasta terminar con los ancianos y ancianas. Sin causa alguna iban perdiendo paulatinamente una de las facultades humanas más preciadas e indispensables. Y no es que las demás no lo sean, es que por los ojos entra el mundo al alma. Los ojos son las ventanas por donde se filtran las experiencias más sublimes de la vida. La belleza no puede ser apreciada en toda su expresión si no es por la vista. Enceguecían y se volvían más vulnerables.

Como consecuencia de la ceguera también iban perdiendo la memoria tan humana y tan necesaria para que una comunidad sobreviva, pues un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia y sin historia todo género humano está condenado a ser presa fácil de los poderosos, políticos y demagogos que en nombre de la democracia y la modernidad se adueñan de la vida de los pueblos hasta someterlos y hacerlos desaparecer por completo de la faz de la tierra.

Al no tener memoria aquella gente comenzó a acomodarse y a resignarse de su mala suerte. Los pueblos aledaños con regímenes modernos invadieron sus tierras y empezaron a conquistarlos. A cambio fueron llenándolos de cosas superfluas. Se crearon ONGs de corte asistencialista para mantener a la población quieta y en silencio.

Aquel modo de vida llegó al extremo, la gente ya no se preocupaba de su vida, es más, quedarse ciegos era una suerte y hasta una bendición. Esta invalidez les quitaba cualquier iniciativa para autosuperarse. Lo raro es que esa enfermedad únicamente afectaba a los habitantes de ese país. Era contagiosa para ese pueblo mas no para los que llegaban de otros lados.

Javier, un chico extraordinario que siempre había sido adelantado en el colegio por su capacidad de liderazgo, sentido crítico de las cosas y solidario, dispuso adentrarse en el tema para buscar una explicación y conseguir la forma de curarse. Haciendo esfuerzos sobrenaturales se adentraba en los matorrales en búsqueda de alguna planta medicinal que le devolviera la vista. Cortaba cojollos de árbustos, flores, hojas y raíces y se preparaba unos menjurjes sin el éxito esperado.

Recordó una historia contada por su abuelo sobre un Rey sabio y famoso que había subido hasta la cima de una montaña para tomar una agua mágica que había enajenado a su pueblo con el fin de quedarse loco para gobernar mejor.

Recordaba haber observado a lo lejos, cuando aún tenía sus ojos sanos, una montaña majestuosa. Dejándose llevar por la facultad de su intuición decidió marcharse inmediatamente de aquel lugar para buscar la cura de su enfermedad. Caminó por días, meses, años. Presentía que no avanzaba y era que caminaba en círculo. Volvía al punto donde había iniciado el viaje. Había caminado hacia el norte, sur, este y oeste sin encontrar, tan siquiera, el inicio de la montaña. Por momentos creía que subía, llegaba a la cúspide de los montículos, luego sentía que descendía, señal que esa dirección no era la correcta. Regresaba al mismo sitio y emprendía otra trayectoria. Cuando llegaba a un río, saciaba su sed, llenaba un cumbito y proseguía el camino.

Sus fuerzas cada día se debilitaban y las esperanzas se desvanecían pero, aquel joven era de temple y de armas tomar, un aventurero de primera y sacaba, a saber de dónde, fuerzas y ánimos para continuar la misión.

Agobiado y ya casi derrotado, dispuso iniciar su último viaje. ¡Oigan bien! Iniciar, porque cada vez que emprendía uno lo hacía desde el mismo punto en que había iniciado los anteriores. Caminó sin parar día y noche, bajo la lluvia, luego bajo el sol ardiente. Intuía que era de noche por el silencio, el aullido de los perros salvajes y las temperaturas bajas. El día, por el trinar de las aves y el sol que inyectaba los rayos en su piel.

Caminó, caminó y caminó hasta que llegó a un río. Se dejó conducir por el cauce. A contracorriente fue avanzando, rodeando enormes rocas y acantilados. De pronto se dio cuenta que subía, en su corazón se encendió la esperanza de ir por el rumbo correcto. A medida avanzaba el río se hacía más pequeño, luego notó que el río ya no era un río, solo parecía un hilo leve de agua fresca que bajaba pacíficamente por las laderas de la montaña. Llegó al final del riachuelo, toco las rocas húmedas, dedujo que había llegado al lugar donde nacía el agua del caudaloso río que había dejado atrás, hacía días, meses o quizás años.

Pero su destino no acababa allí. Siguió subiendo, no sin antes haber tomado suficiente agua para el viaje sin retorno. El clima se hacía más frío. Había subido tanto que creyó haber escalado el monte más alto del mundo. De pronto sintió que llegaba a una explanada ¿Estaré en la cima? – Se preguntó-. Siguió avanzando a paso lento, calculando el terreno y los peligros. Avanzaba sin cesar hasta que los dedos de sus pies desgarrados y sangrados tocaron algo húmedo. Siguió avanzando hasta que fue profundizándose en algo que le pareció un apacible lago. Una sensación de frescura y paz fue apoderándose de su cuerpo. El agua le curaba las laceraciones de la piel, las dolencias desaparecían milagrosamente. Siguió hundiéndose hasta que el agua casi lo cubrió por completo. Su cuerpo se renovaba a medida que el agua lo empapaba. Vinieron a su mente toda clase de recuerdos, desde los más bonitos hasta los más tristes. Recordó su infancia, su niñez y su adolescencia, todas las experiencias que guardaba su memoria. Vio reflejada su vida como en un espejo. Pero ¿Qué raro que mis ojos no se curen? replicó para sí mismo. Fue en ese momento que dispuso hacer la última maniobra pora recobrar su vista. Con sus manos llevó un poco de agua a su boca. El sorbo mojó su lengua, bajó por su garganta causando una serie de sensaciones indescifrables. Tomo otro poco y lo flotó en sus ojos, fue en ese momento que sus ojos se abrieron. Vio sus manos, sus brazos, sus pies, palpó su rostro y descubrió que su piel estaba renovada. Observó a su alrededor y se dio cuenta que estaba solo, lo acompañaba un apacible silencio. Apenas amanecía, el sol proyectó los primeros rayos sobre los árboles, la vida silvestre empezó su actividad.

Javier, no salía de su asombro. Sintió como si despertase de un sueño largo y profundo. Se hizo a la orilla del lago, se sentó para rumiar calmadamente aquella experiencia vital. Pensó en su pueblo, en su gente, en la ceguera… En aquel lugar no había vida humana, quedarse allí era una buena idea, pero, alejado de la civilización no. Divisó a lo lejos, apenas se distinguía el valle, una sombrilla de humo espeso como un toldo lo cubría. A lo lejos se oían ruidos extraños como los que se desprenden de las grandes fábricas. Decidió regresar, ahora con fuerzas renovadas. Tenía que llevar la medicina ¿Cómo? no había forma, ni fuerza suficiente para cargar una buena cantidad de agua para curar a su pueblo. Pensó que la cura, de alguna manera, tenía un costo. Era imposible llevar agua para tanta gente. Sin embargo, hundió su cumbito y lo llenó hasta el borde.

Emprendió el retorno, ahora calculando el mejor sendero y acortando distancias si el terreno se lo permitía. Pronto se dio cuenta que algo nefasto había pasado. Los árboles habían sido arrasados, las tierras habían sido invadidas. Se habían construido grandes edificios y fábricas; el río estaba contaminado por los desechos inorgánicos y la expulsión de gases de las grandes industrias. Al entrar al pueblo observó que la gente tenía los ojos abiertos. Se dio cuenta que estar ciego no significa tener los ojos cerrados. Lo entendió todo. En realidad la ceguera de su pueblo era muchísimo más grave que la ceguera física. Lo que el pueblo necesitaba eran ojos para ver la realidad. Tiró el agua e decidió iniciar la tarea más difícil. En realidad la gente había caído en un letargo enfermizo, en una goma histórica deplorable. La medicina era más sofisticada que el simple sorbo de una agüita mágica. Pasado un tiempo, más videntes fueron apareciendo y se sumaban a la campaña emprendida por el gran joven Javier. Un nuevo despertar se apoderaba del pueblo. Se organizaron movimientos sociales a favor de la tierra y los derechos fundamentales de las personas. Se construyeron escuelas, se reactivó el agro, la gente aprendió a desaprender. A medida que recobraban la vista, también despertaban la conciencia y la sensibilidad. Javi reconoció que quizá nunca estuvo ciego, y es que no todos los que tienen ojos ven ni todos los que ven tienen ojos. Eso de ver más allá está reservado para pocos y pocas. Y no es que los muchos no puedan hacerlo, es que hay unos pocos que se encargan de robarles los ojos a muchos. En verdad no hay ciegos, hay enceguecidos y enceguecidas que es diferente. Juzgue usted y díga si no es cierto. Fin

La oración compuesta y compleja (Tema de 9° A y B)

Aquí el enlace:

Las oraciones compuestas

Carísimos estudiantes de la Promo 2020. Les comparto, mediante una presentación power point que deben descargar desde el enlace, el tema de la oración gramatical simple, compuesta y compleja ¿Qué hará? Simplemente, estudiar el tema una y otra vez hasta que lo comprenda y domine. Posteriormente realizará un examen corto que se hará llegar despúes de la semana de exámenes desde google drive. Manos a la obra. Suerte

Centro Escolar Católico “San Agustín”

GUIA DE TRABAJO N° 3

Por emergencia COVID-19, Decreto presidencial n°12

Grado:   7°    Sección: “A”

Fechas para trabajar esta guía: 22 al 24 de abril de 2020

Docente: Bonifacio Cantarero.

Objetivo:

Desarrollar la guía de trabajo de la asignatura de Lenguaje y literatura para garantizar la continuidad del proceso de enseñanza aprendizaje del año escolar 2020.

Los indicadores de logro a trababajar son:

3.11 Clasifico con esmero las diversas clases de oraciones compuestas

3.13 Redacto diversas clases de oraciones compuestas y complejas

3.14 Utilizo correctamente los conectores al redactar oraciones compuestas coordinadas, subordinadas y yuxtapuestas

Hombres vedados para el amor

Siempre me ha intrigado el tema del por qué los hombres somos tan ruines para amar y tan lentos que dejamos ir de nuestras vidas a mujeres tan hermosas y brillantes.

Conozco a muchas mujeres que tuvieron que tomar la firme decisión, con el dolor que implica, de romper una relación porque su pareja fue incapaz de cuidar y hacer crecer ese amor. En mi opinión, habemos muchísimos hombres mediocres,  inseguros, con enormes vacíos afectivos y emocionales,  incapacitados para amar a una sola mujer.

Esas mujeres lindas y brillantes a las que abandonamos suelen ser almas libres, independientes, tan ellas que no necesitan a un hombre para ser felices y los hombres, en su mayoría, inestables, vedados para la fidelidad y descuidados con mujeres de esa talla.

Las mujeres, definitivamente, aman apasionadamente más que los hombres, pero de la misma forma se desenamoran y cuando lo hacen toman decisiones firmes. Para ellas la salud mental y afectiva está por encima de todo. En ese sentido los hombres somos cobardes y cuando caemos al veinte volvemos pidiendo perdón y ofreciendo lo que no fuimos capaces de hacer desde siempre, pero ya es demasiado tarde.

Hombres, amen y respeten a su pareja, y si no están dispuestos a esto, mejor no desordenen la vida de nadie. Mujeres no entreguen la llave de sus vidas a hombres que no están dispuestos a amarte hasta sacrificarse por encima de toda circunstancia.

El Reino de Jesús es otro rollo

Un proyecto político jamás se va a comparar con el proyecto del Reino que proclamó Jesús de Nazareth. Lo de Jesús es otro rollo que va más allá de cualquier planteamiento humano. Se constata en el hecho de que quienes dieron muerte a Jesús fueron, precisamente, el poder político y religioso y quienes, posteriormente, han dado muerte a los testigos del resucitado han sido los mismos poderes. A Monseñor Romero, por ejemplo, le dieron muerte el poder políticomilitar y sus mismos hermanos de báculo que no entendieron su mensaje. La historia sigue repitiéndose 2000 años después con los seguidores del crucificado. El ala radical de tiempos de Jesús, la figura más visible fue Barrabás, deseaba un libertador que por la fuerza terminara con los romanos, sin embargo Jesús rechaza rotundamente ese método violento, por el contrario, exige perdonar a los enemigos. El Reino de Dios no es poder para dominar. En el seguimientos de Jesús una cosa es bien notable: si te acercas a los pobres debes despojarte de todo, te debes alejar del poder y si te acercas al poder debes alejarte de los pobres; pero, si abandonas a los pobres pierdes el rumbo porque no puedes servir a Dios y al dinero al mismo tiempo. En estos tiempos más que hablar de Jesús, el Evangelio nos exige una experiencia profunda y comunitaria de Cristo capaz de contagiar. Esa experiencia solo puede vivirse desde los crucificados. Así lo hicieron los mártires. También nos enseñaron que ya no son posibles las grandes revoluciones ni los grandes cambios. Los cambios y revoluciones vienen desde dentro, desde lo pequeño, pero eso pequeño debe ser cartero. Muchas prácticas piadosas se quedan simplemente en un especie de contemplación del crucificado, pero no llevan a la contemplación de los pobres y crucificados concretos de nuestro tiempo. A veces nos quedamos con una fe intimista entre Cristo y yo, sin pasar al peldaño de la solidaridad, el de ayudar a bajar de la cruz a los cristos crucificados a consecuencia de tanta injusticia. Este compromiso es político, pero no partidario. Esta unión entre fe y política es necesaria ¿La iglesia debe meterse en política? Sí, si no lo hace habría que preocuparse. Su esencia es la denuncia y anuncio de algo bueno, es su misión. Los poderes caerán por su propio peso. Decir que Cristo ha resucitado, es decir que nada está perdido. El mal no tiene la última palabra. Por la resurrección, Dios hace justicia ¡Felices pascuas de resurrección!

Entrevista a una ama de casa

¿Usted trabaja? preguntó un reportero de una radio famosa a una humilde ama de casa. No, respondió. Y ¿Qué hace en un día normal? Me levanto a las 3:00 a.m., me doy un baño y empiezo a preparar el desayuno de mi marido y mis hijos, él se va al trabajo y yo levanto a los niños para bañarlos y cambiarlos, servirles el desayuno, prepararles el refrigerio y llevarlos a la escuela. De regreso paso por el mercado comprando frutas y verduras o algo que necesite para el almuerzo, en otras ocasiones me toca pagar recibos de luz, agua teléfono o colegiaturas en el banco. Al llegar tengo que lavar el maíz y llevarlo al molino para preparar la masa de las tortillas. Vuelvo a casa y en seguida me pongo a preparar la comida del mediodía. A las 11:00 de la mañana llevo el almuerzo de mi marido que trabaja en una fábrica cercana y luego paso a la escuela recogiendo a los niños. Al retornar sirvo el almuerzo, reviso si hay deberes y monitoreo el trabajo escolar de los chicos. Y como a todo esto ya pronto regresa mi esposo en seguida empiezo todo el ritual de la cena. Tipo 6:00 p.m., todos están debidamente cenados, lavo los platos y cacerolas que usé en la cena y los que no pude lavar durante el transcurso del día. Dejo listo lo del siguiente día, plancho los uniformes escolares, si hay que lavar ropa lo hago, y entre una y otra cosa se hacen las 11:00 p.m. Reviso que todo esté en orden, en su sitio y trato de descansar las 3 horas que me quedan para volver a la rutina el siguiente día. Y los fines de semana me toca ir a la Iglesia porque también tengo compromisos, soy catequista y tengo reuniones en la escuela. A veces voy a la reunión de la directiva porque es necesaria la organización para reclamar derechos. Un silencio lleno la entrevista. No hubo más preguntas. Muchas gracias, alcanzó a balbucear el reportero ¡Mis respetos para usted!Cuídese mucho.

Oración al inicio del año escolar

En este año que comienza, pedimos a nuestro Padre, Dios, todas aquellas cosas que necesitamos para encarar el nuevo ciclo de estudio de la mejor manera:

Alegría, para emprender el trabajo de este nuevo año que hoy pongo en tus manos, con todo lo que tienes dispuesto para mí.

Solidaridad, para apoyar a aquellos que de verdad me necesiten.

Inteligencia, para buscar y descubrir la verdad en los acontecimientos de cada día.

Optimismo, para empezar cada jornada con nueva ilusión y nueva esperanza.

Paciencia, para volver a empezar o corregir aquello que no me salga muy bien.

Entusiasmo, para vencer las dificultades y madrugar aunque se me haga difícil.

Audacia, para cambiar aquello que impida mi desarrollo físico, espiritual e intelectual, y para luchar por corregir mis defectos y caprichos.

Valentía, para detenerme cuando me equivoque y reiniciar mi ruta cuando vaya por la senda equivocada.

Equilibrio, para controlar mis emociones, y no dejarme vencer por las contradicciones que seguramente encontraré en mi camino.

Sabiduría, para saber discernir lo que me conviene y desechar las cosas triviales

Generosidad, para compartir con mis compañeros lo que de tu bondad he recibido gratuitamente.

Memoria, para guardar en mi mente, mi alma y mi corazón, los conocimientos que me acerquen más a Ti.

Voluntad, para hacer las tareas y trabajos con responsabilidad, honestidad y energía.

Constancia y perseverancia, para terminar con entusiasmo lo que ya he iniciado.

Tolerancia, para aceptar a mis compañeros con sus cualidades y sus debilidades.

Gratitud, para reconocer a quienes cada día me han ayudado a ser mejor, especialmente a ti, Dios Padre amoroso, que siempre velas por mí, y por eso confiado en Ti. Pido la gracia de la fidelidad para cumplir mis buenos propósitos. AMÉN.

Elecciones 2024 en El Salvador

Después de la jornada electoral del 04 de febrero para elegir al Presidente, Vicepresidente y Diputados a la Asamblea Legislativa, se desencadenó uns avalancha de críticas debido al fallo en la transmisión de los datos preliminares de la votación por parte del TSE. Quedó claro cuál era la intención de la oposición, pues los números a toda luz dejaron en claro la preferencia. El pueblo se expresó en las urnas y ratificó apabulladamente la gestión del presidente y Asamblea Legislativa. El conteo voto por voto solo reafirmó lo que ya se esperaba. Las proyecciones según las encuestas se confirmaron. La jornada fue, en términos generales, pacífica y sin provocaciones partidarias o conatos de violencia, solo algún caso aislado.

Los partidos de oposición, totalmente desenfocados y erráticos en toda la campaña. Al menos hay que aplaudirles la osadía de lazarse a la contienda sin ningún pronóstico favorable, aunque participar no fue la mejor decisión.

Se abre, en mi opinión, un abanico de escenarios para nuevos liderazgos. Una nueva era política se ha abierto paso en este país y el análisis al interior de los institutos políticos para realizar los cambios necesarios, si es que desean continuar, deben hacerlo desde la nueva forma, desde los nuevos paradigmas políticos. De los partidos tradicionales ya solo quedan los cascarones, se acabaron los proyectos históricos, enterraron los ideales con la propia praxis de sus dirigentes.

Por mucho que lloren, vociferen, pataleen, el evento arrojó datos contundentes y no hay razón para pensar en un fraude, al menos, en las urnas. Y si el fraude fue estructuralmente organizado desde el inicio de la campaña, como lo predica la oposición, la pregunta fundamental es ¿por qué participaron? Hubiese sido más digno retirarse a tiempo y evitar ser víctimas de este descalabro anunciado.

Ahora bien ¿son los partidos políticos responsables de este desastre? No. Son las dirigencias las que convirtieron a sus partidos en empresas para enriquecerse ilícitamente permitiendo que el pueblo se desencantara y ese desencanto se tradujo en el rechazo casi total. Aún hay un voto duro, pero no suficiente para sobrevivir.

Una buena parte del país crédulo quiere nuevos líderes. El pueblo tarde o temprano castiga con su voto las malas gestiones, sin embargo, los partidos opositores, al parecer no estan en condiciones de revisarse al interior y, por eso, siempre culparán al gobierno como el responsable de su fracaso. El oficialismo únicamente capitalizó ese debacle, ya veremos cuánto dura esta simpatía. De momento NI debe saborear el triunfo sin alardear.

Por último, a propósito de las acusaciones de un posible fraude, cito un idea genial que escuché por ahí: «en una contienda política no hay perdedores, los perdedores dirán siempre que hubo fraude». Es algo así como en un partido de fútbol; los perdedores siempre culparán al árbitro del resultado y nunca aceptarán que la derrota se debe al pobre desempeño en la cancha. Está por verse lo qué pasará en los comicios para alcaldes y diputados al Parlamento centroamericano. Particularmente, desearía que el pueblo se expresara y no votará más por los diputados al PARLACEN. En cuanto a los alcaldes, a todas luces están en deuda con sus pueblos, no me extrañaría un voto de castigo, pero es prematuro hacer valoraciones. Esperaremos el 03 de marzo.

Consejos para un militante de izquierda

Yo diría que militantes de izquierda, somos todos aquellos que sin llamarnos izquierdistas creemos en el proyecto de un mundo mejor, de solidaridad con los oprimidos, y de lucha por la imposición de la justicia social.

1.- Mantenga viva la indignación.

Verifique periódicamente si usted es de Izquierda. Adopte el criterio de Norberto Bobbio: para la derecha la desigualdad social es tan natural como la diferencia entre el día y la noche. La Izquierda, en cambio, la considera una aberración que debe ser erradicada.

Atención: Usted puede estar contaminado por el virus socialdemócrata cuyos principales síntomas son usar métodos de derecha para obtener conquistas de Izquierda y, en caso de conflicto, agraviar a los pequeños para no quedar mal con los grandes.

2.- La cabeza piensa donde pisan los pies.

No se puede ser de Izquierda sin «ensuciarse» los zapatos donde el PUEBLO vive, sufre, se alegra y celebra sus creencias y sus victorias. Teoría sin práctica es hacerle el juego a la derecha.

3.- No se avergüence de creer en el socialismo.

El escándalo de la Inquisición no hizo que los cristianos abandonaran los valores y propuestas del Evangelio. Igualmente, el fracaso del socialismo en Europa del Este no debe inducir a descartar el socialismo del horizonte de la historia humana.

El capitalismo, vigente hace 200 años, ha sido un fracaso para la mayoría de la población del mundo. Hoy día somos 6 mil millones de habitantes. Según el Banco Mundial, 2 mil 800 millones sobreviven con menos de 2 dólares al día; y 1 mil 200 millones con menos de 1 dólar diario. La globalización de la miseria no es todavía mayor gracias al socialismo chino que -a pesar de sus errores- asegura alimentación, salud y educación a 1 mil 200 millones de personas.

4.- Sea CRÍTICO sin perder la AUTOCRÍTICA.

Muchos militantes de Izquierda cambian de lado cuando pierden la perspectiva. Desplazados del poder se vuelven amargos y acusan a sus compañeros(as) de errores y vacilaciones. Como dijo Jesús, ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. No se esfuerzan por mejorar las cosas. Se convierten en meros espectadores y jueces y, al poco tiempo, son cooptados por el sistema.

AUTOCRÍTICA es no solamente admitir los propios errores. Es aceptar la CRÍTICA de los(as) compañeros(as).

5.- Conozca la diferencia entre militante y «militonto».

«Militonto» es aquél que se jacta de estar en todo, de participar en todos los eventos y movimientos, de actuar en todos los frentes. Su lenguaje está repleto de lugares comunes y consignas y los efectos de su accionar son superficiales.

El militante profundiza sus vínculos con el PUEBLO, estudia, piensa, medita, se califica en una determinada forma y área de actuación o actividad, valoriza los vínculos orgánicos y los proyectos comunitarios.

6.- Sea riguroso en la ÉTICA de la militancia.

La Izquierda actúa por principios. La derecha, por intereses. Un militante de Izquierda puede perder todo –la libertad, el empleo, la vida- menos la moral. Al desmoralizarse, desmoraliza la causa que defiende y encarna. Presta un inestimable servicio a la derecha.

Hay sinvergüenzas disfrazados de militantes de Izquierda. Se trata de sujetos que piensan, en primer lugar, en su ascenso al poder. En nombre de una causa colectiva, buscan primero su interés personal.

El verdadero militante -como Jesús, Camilo Torres, Gaspar Garcia Laviana, Che Guevara- es un servidor, dispuesto a dar la propia vida para que otros vivan. No se siente humillado por no estar en el poder, ni orgulloso de su posición. El no se confunde con la función que cumple.

7.- Aliméntese con la tradición de Izquierda.

La oración es necesaria para cultivar la fe, el cariño para nutrir el amor de pareja, «volver a las fuentes» es necesario para mantener el ardor de la mística de la militancia. Conozca la historia de la Izquierda, lea (auto) biografías como «El diario del Che en Bolivia» o novelas como «La madre» de Gorki o «Viñas de la ira» de Steinbeck.

8.- Prefiera el riesgo de errar con los POBRES a tener la pretensión de acertar sin ellos.

Convivir con los POBRES no es fácil. Primero, existe la tendencia a idealizarlos. Después se descubre que entre ellos existen los mismos vicios que hay en otras clases sociales. No son mejores ni peores que los demás seres humanos. La diferencia es que son pobres, o sea, personas privadas injusta e involuntariamente de los bienes esenciales para una vida digna. Por eso estamos del lado de ellos.
Por una cuestión de justicia.
Un militante de Izquierda jamás transa los derechos de los POBRES y sabe aprender de ellos.

9.- Defienda siempre al oprimido aunque aparentemente no tenga la razón.

Son tantos los sufrimientos de los POBRES del mundo que no se puede esperar de ellos actitudes que no siempre aparecen en la vida de los que tuvieron una educación refinada.

La banda de lunares

Arthur Conan Doyle
(Edinburgh, Inglaterra, 1859 – Crowborough, Inglaterra, 1930)

Al repasar mis notas sobre los setenta y tantos casos en los que, durante los últimos ocho años, he estudiado los métodos de mi amigo Sherlock Holmes, he encontrado muchos trágicos, algunos cómicos, bastantes simplemente extraños, pero ninguno vulgar, porque, trabajando como él lo hacía, más por amor a su arte que por afán de enriquecerse, se negaba a intervenir en ninguna investigación que no tendiera a lo insólito e incluso a lo fantástico. Sin embargo, entre toda esta variedad de casos, no recuerdo ninguno que presentara características más extraordinarias que el relacionado con los Roylott de Stoke Moran, conocida familia de Surrey. Los hechos en cuestión tuvieron lugar en los primeros tiempos de la asociación con Holmes, cuando compartíamos unas habitaciones de solteros en Baker Street. Posiblemente lo hubiera dado a conocer antes, pero hubo en su momento una promesa de guardar silencio, de la que no me he visto libre hasta el mes pasado, al morir prematuramente la dama a quien se hizo la promesa. Tal vez convenga sacar ahora los acontecimientos a la luz, pues tengo razones para creer que circulan rumores acerca de la muerte del doctor Grimesby Roylott que tienden a hacer el asunto aún más terrible de lo que fue en realidad.
       A principios de abril de 1883, desperté una mañana y me encontré a Sherlock Holmes, completamente vestido, de pie junto a mi cama. Suele levantarse tarde y, como el reloj de la repisa de la chimenea solo marcaba las siete y cuarto, le miré parpadeando con sorpresa, y tal vez con algo de enojo, porque soy persona muy regular en mis hábitos.
       —Lamento despertarle, Watson —me dijo—, pero esta mañana nos ha tocado madrugar a todos. Han despertado a la señora Hudson, ella se ha desquitado conmigo, y yo me desquito con usted.
       —¿Qué ocurre? ¿Hay un incendio?
       —No, hay un cliente. Parece ser que ha llegado una señorita en estado de gran excitación y que insiste en verme. Está esperando en la sala. Ahora bien, cuando jóvenes damiselas recorren la urbe a estas horas de la mañana y arrancan de la cama a personas dormidas, presumo que tienen algo muy apremiante que comunicar. Si resulta ser un caso interesante, estoy seguro de que a usted le gustará seguirlo desde un buen comienzo. Me ha parecido que debía llamarle y ofrecerle esta oportunidad.
       —No me lo perdería por nada del mundo.
       No existía para mí mayor placer que seguir a Holmes en sus investigaciones profesionales y admirar las rápidas deducciones —tan veloces como si fueran intuiciones, pero siempre fundadas en una base lógica— con las que desentrañaba los problemas que se le planteaban. Me vestí a toda prisa, y a los pocos minutos estaba listo para acompañar a mi amigo a la sala. Una dama vestida de negro y con el rostro cubierto por un espeso velo estaba sentada junto a la ventana y se levantó al entrar nosotros.
       —Buenos días, señora —dijo Holmes jovialmente—. Me llamo Sherlock Holmes. Este es mi íntimo amigo y colaborador, el doctor Watson, ante el cual puede hablar con tanta libertad como ante mí mismo. Ajá, me alegra comprobar que la señora Hudson ha tenido la feliz idea de encender la chimenea. Por favor, acérquese al fuego y haré que le traigan una taza de café bien caliente, porque veo que está usted temblando.
       —No es el frío lo que me hace temblar —dijo la mujer en voz baja, mientras cambiaba de asiento como se le proponía.
       —¿Qué es, pues?
       —Es el miedo, señor Holmes. El terror.
       Al hablar, había alzado su velo y pudimos ver que se encontraba efectivamente en un lamentable estado de agitación, con la cara gris y desencajada, y los ojos inquietos y asustados, como los de un animal acorralado. Sus facciones y su figura correspondían a una mujer de treinta años, pero su cabello presentaba prematuras mechas grises, y su expresión denotaba fatiga y ansiedad.
       Sherlock Holmes la recorrió de arriba abajo con una de esas rápidas miradas que parecían abarcarlo todo.
       —No debe tener miedo —dijo en tono consolador, inclinándose hacia delante y dándole unas palmaditas en el brazo—. Pronto lo resolveremos todo. Veo que ha venido usted en tren esta mañana.
       —¿Sabe, pues, quién soy?
       —No, pero veo la mitad de un billete de vuelta en la apertura de su guante izquierdo. Ha salido usted muy temprano, y ha tenido que hacer un largo trayecto en una dog-cart por caminos accidentados, antes de llegar a la estación.
       La dama sufrió un violento sobresalto y miró estupefacta a mi compañero.
       —No hay ningún misterio en esto —le aseguró Holmes, sonriendo—. La manga izquierda de su chaqueta lleva manchas de lodo, y nada menos que en siete puntos. Las marcas están totalmente frescas. Únicamente un carruaje como el que digo lanza el lodo hacia atrás de esa manera, y únicamente si vas sentado a la izquierda del cochero.
       —Sean cuales sean sus razonamientos, ha acertado usted de lleno —dijo ella—. He salido de casa antes de las seis, he llegado a Leatherhead a las seis y veinte y he cogido el primer tren a Waterloo. Señor, ya no puedo soportar más tiempo esta tensión. De seguir así, me volveré loca. Y no tengo a nadie a quien recurrir. Solo hay una persona que se preocupa por mí, y la pobre apenas puede ayudarme. He oído hablar de usted, señor Holmes; he oído hablar de usted a la señora Farintosh, a quien ayudó cuando se encontraba en un gran apuro. Señor, ¿no cree que podría ayudarme a mí también, o al menos arrojar una chispa de luz en las densas tinieblas que me envuelven? En estos momentos me resulta imposible retribuirle por sus servicios, pero me caso dentro de un mes o de seis semanas, podré disponer entonces de mi renta y usted comprobará que no soy desagradecida.
       Holmes se dirigió a su escritorio, lo abrió, sacó un pequeño fichero y empezó a consultarlo.
       —Farintosh —dijo—. Ah, sí, ya recuerdo el caso: giraba en torno a una tiara de ópalos. Creo que fue antes de conocernos, Watson. Solo puedo decirle, señora, que tendré sumo placer en dedicar a su caso la misma atención que dediqué al de su amiga. En cuanto a la retribución, mi trabajo lleva en sí su propia recompensa, pero la dejo en libertad de sufragar los gastos en que yo pueda incurrir cuando a usted mejor le convenga. Y ahora cuéntenos, por favor, cuanto pueda ayudar a que nos formemos una opinión del caso.
       —Por desgracia —replicó nuestra visitante—, lo realmente terrible de mi situación radica en que mis temores son tan inconcretos, y mis sospechas se basan en detalles tan nimios y que a otra persona le parecerían triviales, que incluso el hombre a quien, entre todos los demás, tengo derecho a pedir ayuda y consejo, considera cuanto le cuento fantasías de una mujer desequilibrada. No lo confiesa, pero puedo leerlo en sus respuestas consoladoras y en el modo de esquivar mi mirada. Sin embargo, he oído, señor Holmes, que usted es capaz de penetrar en los más ocultos repliegues del corazón humano, y tal vez pueda indicarme cómo avanzar entre los peligros que me amenazan.
       —La escucho atentamente.
       —Me llamo Helen Stoner y vivo con mi padrastro, último descendiente de una de las familias sajonas más antiguas de Inglaterra, los Roylott de Stoke Moran, límite occidental de Surrey.
       Holmes asintió.
       —El nombre me resulta familiar —dijo.
       —En otro tiempo, la familia era de las más ricas de Inglaterra, y sus propiedades se extendían más allá de los límites de Berkshire por el norte y de Hampshire por el oeste. Sin embargo, hubo en el siglo pasado cuatro herederos sucesivos de carácter disoluto y derrochador, y un ludópata completó, en tiempos de la Regencia, la ruina familiar. No se salvó nada, salvo unas pocas hectáreas de terreno y la casa, que tiene doscientos años y sobre la que pesa una fuerte hipoteca. Allí pasó su existencia el último señor, arrastrando la vida miserable de un mendigo aristócrata, pero su único hijo, mi padrastro, comprendiendo que debía adaptarse a la nueva situación, logró con el préstamo de un pariente estudiar medicina, y emigró a Calcuta, donde, gracias a su capacidad profesional y a la fuerza de su carácter, consiguió una nutrida clientela. No obstante, en un arrebato de furia incontrolable, provocado por una serie de robos que se habían producido en su casa, azotó hasta la muerte a un mayordomo indígena, y se libró por los pelos de la pena capital. Tuvo que cumplir una larga condena, al cabo de la cual regresó a Inglaterra convertido en un hombre huraño y sin ilusiones.
       »Durante su estancia en la India, el doctor Roylott se había casado con mi madre, la señora Stoner, joven viuda del general Stoner de la Artillería de Bengala. Mi hermana Julia y yo éramos gemelas y solo teníamos dos años cuando nuestra madre se volvió a casar. Ella disponía de un capital considerable, no menos de mil libras al año, y se lo cedió por entero al doctor Roylott mientras viviésemos con él, estipulando que cada una de nosotras recibiría cierta suma anual en caso de contraer matrimonio. Mi madre falleció poco después de nuestra llegada a Inglaterra, hace ahora ocho años, en un accidente ferroviario cerca de Crewe. A su muerte, el doctor Roylott abandonó la intención de establecerse como médico en Londres y nos llevó a vivir con él a la vieja mansión ancestral de Stoke Moran. El dinero que había dejado mi madre bastaba para cubrir todas nuestras necesidades, y no parecía existir obstáculo a nuestra felicidad.
       »Pero, aproximadamente por aquella época, nuestro padrastro experimentó un cambio terrible. Lejos de trabar amistades e intercambiar visitas con nuestros vecinos, que al principio estaban encantados de tener a un Roylott de Stoke Moran instalado de nuevo en la vieja mansión familiar, se encerró dentro de la casa y no salía casi nunca, salvo para enzarzarse en furiosas disputas con el primero que se cruzaba en su camino. El temperamento violento, rayano en lo patológico, parece ser hereditario en los varones de la familia y, en el caso de mi padrastro, creo que se intensificó a consecuencia de su prolongada estancia en el trópico. Provocó varios incidentes bochornosos, dos de los cuales terminaron en la comisaría, y acabó por convertirse en el terror del pueblo, de quien todos huían al verlo acercarse, porque tiene una fuerza extraordinaria y pierde el control cuando se enfurece.
       »La semana pasada arrojó al herrero del pueblo al río por encima de un parapeto, y únicamente a base de pagar todo el dinero que pude reunir logré evitar otro escándalo. No tiene un solo amigo, a excepción de los gitanos vagabundos, a quienes permite acampar en las pocas hectáreas cubiertas de zarzas que constituyen la finca familiar, aceptando a cambio la hospitalidad de sus tiendas y marchándose a veces con ellos durante semanas. También le apasionan los animales de la India, que le envía un representante de las colonias, y en la actualidad posee un guepardo y un babuino, que deambulan en libertad por sus tierras y que inspiran casi tanto temor a los aldeanos como su dueño.
       »Por todo esto que le cuento, ya puede usted imaginar que mi pobre hermana Julia y yo no llevábamos una vida demasiado agradable. Ningún criado quería servir en nuestra casa, y durante largo tiempo hicimos nosotras las tareas domésticas. Cuando ella murió, no había cumplido todavía treinta años, y, sin embargo, su cabello ya empezaba a encanecer igual que el mío.
       —¿Su hermana ha muerto, pues?
       —Murió hace dos años, y es de su muerte de lo que vengo a hablarle. Comprenderá que, llevando la vida que he descrito, pocas posibilidades teníamos de conocer a gente de nuestra edad y condición. Sin embargo, había una tía, la hermana soltera de mi madre, la señorita Honoria Westphail, que vive cerca de Harrow, a la que de vez en cuando se nos permitía hacer breves visitas. Julia fue a su casa por Navidad hace dos años y allí conoció a un comandante de Infantería de Marina retirado, con el que se prometió en matrimonio. Mi padrastro se enteró del compromiso cuando regresó mi hermana, y no puso la menor objeción. Pero dos semanas antes de la fecha fijada para la ceremonia, tuvo lugar el terrible suceso que me privó de la que había sido mi única compañera.
       Sherlock Holmes había permanecido recostado en su butaca, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el cojín, pero ahora entreabrió los párpados y miró de frente a nuestra visitante.
       —Le agradeceré que sea precisa en los detalles —dijo.
       —Me resultará muy fácil, porque todos los acontecimientos de aquel espantoso período han quedado grabados a fuego en mi memoria. Como ya he dicho, la mansión familiar es muy vieja, y actualmente solo un ala está habitada. Los dormitorios de esta ala se encuentran en la planta baja, y las salas en el bloque central del edificio. El primer dormitorio es el del doctor Roylott, el segundo es el de mi hermana y el tercero el mío. No están comunicados entre sí, pero dan al mismo pasillo. ¿Me sigue usted?
       —Perfectamente.
       —Las ventanas de las tres alcobas dan al jardín. La noche fatídica, el doctor Roylott se había retirado pronto, aunque sabíamos que no se había acostado, porque a mi hermana le molestó el fuerte olor de los cigarros indios que él tiene la costumbre de fumar. Por ese motivo, mi hermana dejó su habitación y vino a la mía, donde permaneció bastante rato, hablándome de su inminente boda. A las once se levantó para marcharse, pero, ya en la puerta, se detuvo y se volvió a mirarme.
       »—Dime, Helen, ¿has oído silbar a alguien en plena noche? —me preguntó.
       »—Nunca —le respondí.
       »—¿No podrías ser tú, que silbas mientras duermes?
       »—Claro que no. ¿Por qué?
       »—Porque estas últimas noches he oído, hacia las tres de la madrugada, un silbido tenue pero claro. Tengo el sueño ligero y me despierta cada vez. No podría decir de dónde procede. Tal vez del aposento contiguo o tal vez del jardín. Se me ha ocurrido preguntarte si tú también lo has oído.
       »—No, no lo he oído. Deben ser esos dichosos gitanos que acampanan en la finca.
       »—Probablemente. Sin embargo, si procede del jardín me extraña que tú no lo hayas oído también.
       »—Tengo el sueño más pesado que tú.
       »—Bueno, de todos modos carece de importancia.
       »Me dirigió una sonrisa, cerró la puerta y unos segundos después oí girar la llave en su cerradura.
       —Caramba —dijo Holmes—. ¿Tenían siempre la costumbre de cerrar su puerta con llave por las noches?
       —Siempre.
       —¿Y por qué?
       —Creo haber mencionado que el doctor tenía en libertad un guepardo y un babuino. No nos sentíamos seguras si la puerta no estaba cerrada con llave.
       —Comprendo. Por favor, prosiga su relato.
       —Aquella noche no pude dormir. Tenía la vaga sensación de que nos amenazaba una desgracia. Como recordará, mi hermana y yo éramos gemelas, y ya sabe cuán sutiles son los lazos que vinculan a dos almas tan estrechamente unidas. Fue una noche de perros. El viento aullaba en el exterior, y la lluvia golpeaba con fuerza las ventanas. De pronto, entre el estruendo de la tormenta se oyó el grito desgarrador de una mujer aterrorizada. Reconocí la voz de mi hermana. Salté de la cama, me envolví en un chal y corrí al pasillo. Al abrir la puerta me pareció oír un silbido como el que había descrito ella, y pocos segundos después un sonido vibrante, como si hubiera caído un objeto de metal. Mientras yo corría por el pasillo, la puerta del cuarto de mi hermana, que ya no estaba cerrada con llave, giró lentamente sobre sus goznes, y la miré horrorizada sin saber qué iba a salir por ella. A la luz de la lámpara del pasillo, vi aparecer a mi hermana en el umbral, con la cara lívida de espanto y las manos extendidas en petición de ayuda, tambaleándose como si estuviera borracha. Corrí hacia ella y la rodeé con mis brazos, pero en aquel preciso instante parecieron ceder sus rodillas y cayó desplomada. Se retorcía en el suelo como presa de horribles dolores y agitaba convulsivamente las extremidades. Al principio, creí que no me había reconocido, pero, cuando me incliné sobre ella, gritó de pronto, con una voz que jamás olvidaré: «¡Dios mío, Helen! ¡Ha sido la banda! ¡La banda de lunares!». Intentó añadir algo más y extendió el dedo en dirección al dormitorio del doctor, pero fue víctima de una nueva convulsión que sofocó sus palabras. Yo eché a correr llamando a gritos a nuestro padrastro, y me tropecé con él, que salía apresuradamente de su alcoba, en bata. Cuando llegamos junto a mi hermana, ya estaba inconsciente, y aunque él le vertió brandy en la boca y mandó llamar al médico del pueblo, todos los esfuerzos fueron vanos, porque se fue apagando poco a poco y murió sin recuperar la conciencia. Este fue el espantoso final de mi querida hermana.
       —Un momento —dijo Holmes—. ¿Está segura de lo del silbido y el ruido metálico? ¿Podría jurarlo?
       —Lo mismo me preguntó el juez del condado durante la investigación. Estoy convencida de que sí los oí, pero, entre el fragor de la tormenta y los crujidos de una vieja mansión, cabe que me haya equivocado.
       —¿Estaba vestida su hermana?
       —No, iba en camisón. En la mano derecha se le encontró el extremo chamuscado de una cerilla y en la izquierda una caja de fósforos.
       —Lo cual demuestra que encendió una cerilla y miró alrededor cuando se produjo la alarma. Eso es importante. ¿Y a qué conclusiones llegó el juez?
       —Investigó el caso minuciosamente, porque la conducta del doctor Roylott daba mucho que hablar desde hacía tiempo en el condado, pero no descubrió la causa de la muerte. Mi testimonio indicaba que su puerta estaba cerrada por dentro, y las ventanas tenían postigos antiguos, con barras de hierro que se atrancaban cada noche. Se examinaron con cuidado las paredes y se comprobó que eran macizas, y lo mismo se hizo con el suelo con idéntico resultado. La chimenea es bastante amplia, pero queda bloqueada por cuatro gruesos barrotes. Así pues, no cabe duda de que mi hermana se encontraba sola cuando le llegó la muerte. Además, no presentaba señales de violencia.
       —¿Y un veneno?
       —Los médicos investigaron esta posibilidad, pero sin resultado.
       —¿De qué cree usted, pues, que murió la desdichada joven?
       —Estoy convencida de que murió pura y simplemente de miedo o de un choque nervioso, aunque no logro explicarme qué lo provocó.
       —¿Había gitanos acampados en la finca en aquellos momentos?
       —Sí, casi siempre los hay.
       —Ya. ¿Y qué le sugirió a usted la alusión a una banda, a una banda de lunares?
       —A veces he pensado que se trataba de un delirio carente de sentido; otras, que debía referirse a una banda de gente, tal vez a los gitanos. No sé si los pañuelos de lunares que suelen llevar en la cabeza le podrían haber inspirado tan extraña expresión.
       Holmes meneó la cabeza como quien no se da por satisfecho.
       —Nos movemos en aguas muy profundas —observó—. Por favor, prosiga su narración.
       —Desde entonces han transcurrido dos años y, hasta muy recientemente, mi vida ha sido más solitaria que nunca. Pero hace un mes, un amigo muy querido, al que conozco desde siempre, me hizo el honor de pedir mi mano. Se llama Armitage, Percy Armitage, segundo hijo del señor Armitage, de Crane Water, cerca de Reading. Mi padrastro no ha puesto inconvenientes al matrimonio, y pensamos casarnos en primavera. Hace dos días se han iniciado unas reparaciones en el ala oeste del edificio y ha habido que perforar la pared de mi cuarto, por lo cual me he tenido que trasladar a la habitación donde murió mi hermana y dormir en la misma cama donde ella dormía. Imagine mi espanto cuando la pasada noche, mientras yacía despierta pensando en su horrible final, oí de pronto en medio del silencio aquel tenue silbido que había anunciado su muerte. Salté de la cama y encendí la lámpara, pero no vi nada anormal en la alcoba. Estaba demasiado nerviosa para volver a acostarme. Me vestí y, en cuanto amaneció, me lancé a la calle, alquilé un coche en la posada Crown, que está enfrente de casa, y me dirigí a Leatherhead, desde donde he llegado aquí esta mañana con el único objetivo de verle y pedirle consejo.
       —Ha hecho usted muy bien —dijo mi amigo—. Pero ¿me lo ha contado todo?
       —Sí, todo.
       —No, señorita Stoner, no lo ha hecho. Está encubriendo a su padrastro.
       —¿Cómo? ¿A qué se refiere?
       Por toda respuesta, Holmes apartó el puño de encaje negro que rodeaba la mano que nuestra visitante apoyaba en la rodilla. Cinco pequeños moratones, las marcas de cuatro dedos más el pulgar, habían quedado impresas en la blanca muñeca.
       —Ha sido usted objeto de malos tratos —dijo Holmes.
       La dama se sonrojó intensamente y se cubrió la lastimada muñeca.
       —Es un hombre duro —dijo—, y seguramente no es capaz de medir su fuerza.
       Siguió un largo silencio, durante el cual Holmes apoyó el mentón en las manos y permaneció con la mirada fija en el fuego que chisporroteaba en la chimenea.
       —Se trata de un asunto complicado —dijo por fin—. Hay mil detalles que me gustaría conocer antes de decidir nuestro plan de acción. Pero no tenemos momento que perder. Si fuésemos hoy mismo a Stoke Moran, ¿sería posible ver estas habitaciones sin que se enterase su padrastro?
       —Precisamente dijo que tenía que venir hoy a Londres para un asunto importante. Es probable que esté ausente todo el día y que nadie les moleste. Tenemos una sirvienta, pero es vieja y tonta, y me será fácil deshacerme de ella.
       —Perfecto. ¿Tiene algún inconveniente en hacer este viaje, Watson?
       —En absoluto.
       —En tal caso, iremos los dos. Y usted, señorita, ¿qué piensa hacer?
       —Ya que estoy en Londres, hay un par de cosillas que me gustaría hacer. Pero regresaré en el tren de las doce, para estar allí cuando ustedes lleguen.
       —Puede esperarnos a primera hora de la tarde. Yo también tengo un par de asuntillos que atender. ¿No quiere quedarse a desayunar?
       —No, tengo que irme. Me siento más aliviada desde que le he confiado a usted mi problema. Espero que volvamos a vernos esta tarde.
       Dejó caer el tupido velo negro sobre su rostro y se deslizó fuera de la sala.
       —¿Qué opina usted de todo esto, Watson? —me preguntó Holmes arrellanándose en su butaca.
       —Me parece un asunto de lo más turbio y siniestro.
       —Muy turbio y muy siniestro.
       —Sin embargo, si la muchacha está en lo cierto al afirmar que las paredes y el suelo son sólidos, y que la puerta, la ventana y la chimenea son infranqueables, no cabe duda de que su hermana tenía que estar sola cuando encontró la muerte de modo tan misterioso.
       —¿Y qué me dice, pues, de los silbidos nocturnos, y de las extrañas palabras que profirió la moribunda?
       —No sé qué pensar.
       —Si combinamos los silbidos en mitad de la noche, la presencia de una tribu de gitanos que cuentan con la amistad de ese viejo doctor, el hecho de que tenemos sobradas razones para creer que el doctor está muy interesado en impedir el matrimonio de su hijastra, la alusión a una banda por parte de la moribunda, y el golpe metálico que oyó la señorita Helen Stoner, que pudo ser producido por una de las barras de metal que cierran los postigos al ocupar de nuevo su sitio, me parece que disponemos de una buena base para poder aclarar el misterio siguiendo esas directrices.
       —Pero ¿qué pintan en la historia los gitanos?
       —No tengo la menor idea.
       —Encuentro muchas objeciones a esta teoría.
       —Yo también. Precisamente por esta razón iremos hoy a Stoke Moran. Quiero comprobar si las objeciones son concluyentes o si se les puede encontrar una explicación. Pero ¿qué demonios significa esto?
       Esta exclamación de mi compañero obedecía al hecho de que nuestra puerta se había abierto de golpe y había aparecido en el umbral un hombre gigantesco. Sus ropas eran una curiosa combinación de indumentaria profesional y campesina: llevaba una chistera negra, una levita con faldones y unas polainas altas, y hacía oscilar en la mano una fusta. Era tan alto que su sombrero rozaba el montante de la puerta, y tan ancho que la llenaba de lado a lado. Su rostro amplio, surcado por mil arrugas, quemado por el sol hasta adquirir un matiz amarillento, y marcado por todo tipo de pasiones malignas, se volvía de uno a otro de nosotros, mientras sus ojos hundidos y vidriosos, y su nariz larga y descarnada, le daban cierto singular parecido con una vieja y feroz ave de presa.
       —¿Cuál de ustedes dos es Holmes? —preguntó la aparición.
       —Así me llamo, caballero. Pero ahora me lleva usted ventaja —respondió mi compañero sin perder la calma.
       —Soy el doctor Grimesby Roylott, de Stoke Moran.
       —Ah, ya —dijo Holmes amablemente—. Por favor, tome asiento, doctor.
       —No tengo intención de hacerlo. Mi hijastra ha estado aquí. La he seguido. ¿Qué le ha contado?
       —Hace un poco de frío para esta época del año —dijo Holmes.
       —¿Qué le ha contado? —gritó el viejo, enfurecido.
       —Sin embargo, he oído que la cosecha de azafrán se presenta bien —prosiguió mi amigo, imperturbable.
       —¡Ja! Conque no quiere hacerme caso, ¿eh? —dijo nuestro nuevo visitante, avanzando un paso y esgrimiendo el látigo—. Le conozco, granuja. He oído hablar de usted. Es Holmes, el entrometido.
       Mi amigo sonrió.
       —¡Holmes, el metomentodo!
       La sonrisa se ensanchó.
       —¡Holmes, el correveidile de Scotland Yard!
       Holmes se echó a reír.
       —Su conversación es muy amena —dijo—. Cuando se vaya, cierre bien la puerta, porque hay cierta corriente de aire.
       —Me iré cuando haya dicho lo que tengo que decir. No se atreva a meter la nariz en mis asuntos. Me consta que la señorita Stoner ha estado aquí. ¡La he seguido! ¡Soy un hombre peligroso para quienes se interponen en mi camino! ¡Mire!
       Dio un rápido paso hacia delante, cogió el atizador de la chimenea y lo dobló en dos con sus enormes manazas morenas.
       —¡Procure mantenerse fuera de mi camino! —rugió.
       Y, arrojando el hierro doblado a la chimenea, salió de la habitación a grandes zancadas.
       —Parece un personaje muy agradable —dijo Holmes, echándose a reír—. Yo no tengo su corpulencia pero, si se hubiera quedado un poco más, habría tenido ocasión de demostrarle que mis manos no son mucho más débiles que las suyas.
       Mientras hablaba, recogió el atizador y, con un súbito esfuerzo, volvió a enderezarlo.
       —¡Pensar que ha tenido la insolencia de tomarme por un detective de la policía! —siguió diciendo—. No obstante, este incidente añade cierto sabor a la investigación, y lo único que me preocupa es que nuestra amiguita sufra las consecuencias de dejar imprudentemente que este bruto la siguiera. Y ahora, Watson, pediremos el desayuno, y después daré un paseo hasta el archivo de Doctors’ Commons, donde espero conseguir algunos datos que nos ayuden en nuestra tarea.

       Era casi la una cuando Sherlock Holmes regresó de su expedición. Traía en la mano una hoja de papel azul, llena de notas y de cifras.
       —He examinado el testamento de la difunta esposa —dijo—. Para determinar el valor exacto, me he visto obligado a averiguar el valor actual de las inversiones que allí figuran. La renta total, que al morir ella casi alcanzaba las mil cien libras, en la actualidad, debido al descenso de los valores agrícolas, no pasa de las setecientas cincuenta. Cada hija puede reclamar, en caso de contraer matrimonio, unos ingresos de doscientas cincuenta. Es evidente, por lo tanto, que, si las dos se hubieran casado, a este fantoche le hubiera quedado una miseria; y solo que se casara una supondría ya una merma importante. El trabajo de esta mañana no ha sido inútil, pues queda demostrado que el tipo tiene motivos poderosos para tratar de impedir que tal cosa ocurra. Y ahora, Watson, teniendo en cuenta que el viejo ya sabe que nos interesamos por sus asuntos, la cuestión es demasiado grave para permitirse demoras. De modo que, si está usted dispuesto, vamos a llamar un coche para que nos lleve a Waterloo. Le agradecería mucho que se metiera el revólver en el bolsillo. Un Eley Dos es un argumento excelente para tratar con caballeros capaces de hacer nudos con un atizador de hierro. Esto y un cepillo de dientes es cuanto necesitamos.
       En Waterloo tuvimos la suerte de pillar enseguida un tren a Leatherhead; allí alquilamos un coche en la fonda de la estación y recorrimos cuatro o cinco millas por los encantadores caminos de Surrey. Era un día espléndido, con un sol radiante y unas pocas nubes algodonosas en el cielo. Los árboles y los setos echaban los primeros brotes y el aire olía agradablemente a tierra mojada. Existía, al menos para mí, un extraño contraste entre la dulce promesa de la primavera y la siniestra investigación en la que nos habíamos implicado. Mi compañero, sentado en la parte delantera del carruaje, con los brazos cruzados, el sombrero calado hasta las cejas y la barbilla hundida en el pecho, se había sumido en profundas meditaciones. Pero de pronto se enderezó, me dio un golpe en el hombro y señaló hacia los prados.
       —¡Mire! —exclamó.
       Un parque con muchos árboles se desplegaba suavemente por una colina y en el punto más alto se convertía en una densa arboleda. Entre las ramas asomaban los gabletes grises y el alto tejado de una mansión muy antigua.
       —¿Stoke Moran? —preguntó Holmes al cochero.
       —Sí, señor. Es la casa del doctor Grimesby Roylott.
       —Veo que están haciendo obras —dijo Holmes—. Nosotros vamos allí.
       —El pueblo está en aquella dirección —explicó el cochero, señalando un grupo de tejados que se veía a la izquierda, a cierta distancia—, pero, si quieren ir ustedes a la casa del doctor, les resultará más corto saltar esta cerca y seguir a pie el sendero entre los campos.
       —Y la señora, imagino, es la señorita Stoner —comentó Holmes, haciendo visera con la mano—. Sí, será mejor que hagamos lo que usted dice.
       Bajamos del coche, pagamos el viaje y el vehículo regresó traqueteando a Leatherhead.
       —He creído conveniente —dijo Holmes, mientras trasponíamos la cerca— que el cochero creyera que veníamos aquí como arquitectos o para un encargo concreto. Tal vez esto evite chismorreos. Buenas tardes, señorita Stoner —siguió diciendo, al ver que nuestra cliente salía a nuestro encuentro con la alegría reflejada en el rostro—. Ya ve que hemos cumplido la palabra dada.
       —Les esperaba con ansiedad —exclamó la muchacha, estrechándonos calurosamente las manos—. Todo ha salido perfecto. El doctor Roylott se ha ido a Londres y no es probable que regrese antes del anochecer.
       —Hemos tenido el placer de conocer al doctor —dijo Holmes, y le resumió en pocas palabras lo ocurrido.
       La señorita Stoner palideció intensamente.
       —¡Cielo santo! —gritó—. ¡Me ha seguido!
       —Eso parece.
       —Es tan astuto que nunca sé cuándo estoy a salvo de él. ¿Qué dirá al regresar?
       —Más le valdrá andarse con cuidado, porque puede encontrarse con que alguien más astuto que él le está siguiendo la pista. En cuanto a usted, tendrá que encerrarse con llave esta noche. Si se pone violento, la llevaremos a casa de su tía de Harrow. Y ahora tenemos que aprovechar todo lo posible el tiempo, y le ruego que, por favor, nos lleve cuanto antes a las habitaciones que debemos examinar.
       El edificio era de piedra gris manchada de liquen, con un bloque central más alto y dos alas que se curvaban, como las pinzas de un cangrejo, a ambos lados. En una de las alas, las ventanas estaban rotas y tapiadas con tablones de madera, y parte del tejado se había hundido, lo cual le daba un aspecto ruinoso. El bloque central estaba algo mejor conservado. El ala derecha era relativamente moderna, y las cortinas de las ventanas, junto a las volutas de humo azulado que brotaban de las chimeneas, indicaban a las claras que era allí donde residía la familia. A un extremo habían levantado andamios y abierto boquetes en el muro, pero en aquel momento no se veía ni rastro de operarios. Holmes anduvo lentamente de un lado a otro del césped mal cortado y examinó con atención la parte exterior de las ventanas.
       —Supongo que esta corresponde a la habitación donde usted dormía, la del centro a la de su difunta hermana, y la que linda con el bloque principal a la del doctor Roylott.
       —Exactamente. Pero ahora yo duermo en la del centro.
       —Mientras duren las reformas, según tengo entendido. Por cierto, no parece que hubiera una necesidad urgente de reparar esta parte del muro.
       —Ninguna. Creo que fue una excusa para sacarme de mi habitación.
       —¡Ah, esto sugiere muchas cosas! Veamos. Por la parte de atrás queda el pasillo al que dan las tres habitaciones. Supongo que también tendrá ventanas.
       —Sí, pero muy pequeñas. Demasiado para que pueda pasar nadie por ellas.
       —Puesto que ustedes dos cerraban sus puertas con llave por la noche, el acceso a sus habitaciones por este lado era imposible. Ahora, ¿tendrá usted la bondad de ir a su habitación y cerrar bien los postigos de la ventana?
       La señorita Stoner hizo lo que se le pedía, y Holmes, tras examinar atentamente la ventana abierta, intentó por todos los medios, pero sin éxito, abrir los postigos. No había rendija alguna por donde introducir un cuchillo y levantar la barra de hierro. A continuación examinó con la lupa las bisagras, pero eran de hierro macizo y estaban sólidamente empotradas en la recia pared de albañilería.
       —¡Hum! —dijo, rascándose la barbilla con cierta expresión de perplejidad—. Desde luego, mi teoría presenta algunas dificultades. Nadie podría franquear estos postigos cerrados. Veamos si el interior proyecta alguna luz sobre el misterio.
       Entramos, por una puertecita lateral, en el pasillo encalado al que se abrían los tres dormitorios. Holmes se negó a examinar la tercera habitación, y pasamos directamente a la segunda, donde ahora dormía la señorita Stoner y donde su hermana había encontrado la muerte. Era un cuartito íntimo y acogedor, de techo bajo y con una amplia chimenea de estilo rural. En un extremo había una cómoda de color castaño, en otro una cama estrecha con colcha blanca, y a la izquierda de la ventana, una mesa tocador. Esto, más dos sillitas de mimbre, constituía todo el mobiliario, aparte de una alfombra cuadrada de Wilton que cubría el centro. El suelo y las paredes eran de madera de roble, oscura y carcomida, tan vieja y desgastada que debía de remontarse a la construcción original del edificio. Holmes arrimó una de las sillas al rincón y se sentó en silencio, mientras sus ojos se desplazaban de un lado a otro, y de arriba abajo, captando todos los detalles.
       —¿Con dónde comunica esta campanilla? —preguntó finalmente, indicando un grueso cordón que colgaba junto a la cama y cuya borla llegaba hasta la almohada.
       —Con la habitación de la sirvienta.
       —Parece más nueva que el resto.
       —Sí, la instalaron hace solo dos años.
       —Supongo que a petición de su hermana.
       —No. Que yo sepa nunca la utilizó. Si necesitábamos algo, íbamos a buscarlo nosotras mismas.
       —Parece, pues, innecesario colocar aquí un cordón tan bonito. Ahora tendrán que disculparme unos minutos mientras examino el suelo como es debido.
       Se tumbó boca abajo, lupa en mano, y se desplazó veloz de un lado a otro, examinando atentamente las rendijas del entarimado. Después hizo lo mismo con las tablas de madera que cubrían las paredes de la habitación. Por último se acercó a la cama y permaneció un rato contemplándola fijamente y recorriendo la pared con la mirada. Para terminar, cogió el cordón de la campanilla y le dio un fuerte tirón.
       —¡Pero si es simulado! —exclamó.
       —¿No suena?
       —No, ni siquiera va unido a un alambre. Eso es muy interesante. Observen que está sujeto a un gancho, justo encima del orificio de ventilación.
       —¡Qué absurdo! ¡Nunca me había dado cuenta!
       —Sí es muy extraño —murmuró Holmes, tirando de nuevo del cordón—. Hay en esta habitación uno o dos detalles muy curiosos. Por ejemplo: el constructor tenía que ser muy estúpido para abrir un orificio de ventilación que da a otro cuarto, cuando hubiera podido, con el mismo trabajo, abrirlo al exterior.
       —Esta obra también es bastante moderna —dijo la muchacha.
       —¿Más o menos de la misma época que la falsa campanilla? —aventuró Holmes.
       —Sí, por aquel entonces se hicieron varias pequeñas reformas.
       —Y parecen sumamente interesantes: cordones de campanilla sin campanilla y orificios de ventilación que no ventilan nada. Con su permiso, señorita Stoner, proseguiremos nuestras investigaciones en la siguiente habitación.
       El dormitorio del doctor Grimesby Roylott era mayor que el de su hijastra, pero el mobiliario era igualmente escueto. Una cama turca, una pequeña estantería de madera llena de libros, en su mayoría de carácter técnico, una butaca junto a la cama, una sencilla silla de madera arrimada a la pared, una mesa redonda y una gran caja fuerte de hierro eran los objetos principales. Holmes recorrió despacio la habitación y lo examinó todo con el más vivo interés.
       —¿Qué hay aquí? —preguntó, golpeando con los nudillos la caja fuerte.
       —Papeles de negocios de mi padrastro.
       —¿O sea que usted ha visto el interior de la caja?
       —Solo una vez, hace años. Recuerdo que estaba llena de papeles.
       —¿Y no habría, por ejemplo, un gato?
       —No. ¡Vaya ocurrencia!
       —Pues fíjese en esto.
       Holmes señaló un platito de leche que había encima de la caja.
       —No, no tenemos gato. Pero sí hay un guepardo y un babuino.
       —¡Ah, sí, claro! Bueno, un guepardo no es, a fin de cuentas, otra cosa que un gato grande, pero me atrevería a decir que un platito de leche no bastaría ni de lejos para satisfacer sus necesidades. Hay algo que quiero comprobar.
       Se agachó ante la silla de madera y examinó con la mayor atención su asiento.
       —Gracias. Eso queda aclarado —dijo, mientras se levantaba y se metía la lupa en el bolsillo—. ¡Vaya! ¡Aquí veo algo interesante!
       El objeto que había llamado la atención de Holmes era un pequeño látigo que colgaba a un extremo de la cabecera de la cama. Había sido atado formando un lazo corredizo.
       —¿Qué le sugiere esto, Watson?
       —Es un látigo común y corriente. Aunque no sé por qué lo han atado de ese modo.
       —Eso no es tan corriente, ¿verdad? ¡Válgame Dios! Vivimos en un mundo malvado, y que un hombre inteligente dedique su talento al crimen lo hace aún peor. Creo que ya he visto lo suficiente, señorita Stoner, y con su permiso saldremos a dar una vuelta por el jardín.
       Jamás había visto a mi amigo con el rostro tan sombrío y el ceño tan fruncido como cuando abandonamos el escenario de la investigación. Habíamos recorrido ya varias veces el jardín de arriba abajo, sin que ni la señorita Stoner ni yo nos atreviéramos a interrumpir el curso de sus pensamientos, cuando Holmes salió por fin de su ensimismamiento.
       —Es absolutamente esencial, señorita Stoner —dijo—, que siga usted mis instrucciones al pie de la letra, y punto a punto.
       —Le aseguro que así lo haré.
       —La situación es demasiado grave para permitirse vacilaciones. Su vida depende de que haga cuanto yo le diga.
       —Repito que me pongo en sus manos.
       —Para empezar, mi amigo y yo tendremos que pasar la noche en su habitación.
       Ambos le miramos estupefactos.
       —Sí, es imprescindible. Dejen que les explique. Aquello que veo allí es la posada del pueblo, ¿no?
       —Sí, el Crown.
       —Muy bien. ¿Se ven desde el Crown las ventanas de su dormitorio?
       —Desde luego.
       —Debe retirarse usted a su habitación, pretextando un dolor de cabeza, en cuanto regrese su padrastro. Y, cuando oiga que él también se mete en la suya, tiene que abrir la ventana, colocar allí la lámpara que nos sirva a nosotros de señal y trasladarse a continuación, con todo lo que pueda necesitar, a la habitación que ocupaba antes. Estoy seguro de que, pese a las obras, podrá arreglárselas para pasar allí la noche.
       —Oh, sí, sin el menor problema.
       —Deje el resto en nuestras manos.
       —Pero ¿qué van a hacer ustedes?
       —Pasaremos la noche en su habitación e investigaremos la causa de ese sonido que la ha estado importunando.
       —Me parece, señor Holmes, que ya ha llegado usted a una conclusión —dijo la señorita Stoner, apoyando una mano en el brazo de mi compañero.
       —Tal vez sí.
       —Entonces, dígame, por el amor de Dios, cuál fue la causa de la muerte de mi hermana.
       —Antes de hablar, prefiero disponer de pruebas más concluyentes.
       —Podrá decirme al menos si mi opinión es acertada y si murió a causa de un susto repentino.
       —No, yo no lo creo así. Pienso que existió una causa más tangible. Y ahora, señorita Stoner, tenemos que dejarla, porque, si regresara el doctor Roylott y nos viera, nuestro viaje habría sido en balde. Adiós, y tenga valor. Haga lo que le he dicho y puede estar segura de que no tardaremos en ahuyentar los peligros que la amenazan.
       Sherlock Holmes y yo no tuvimos dificultad en alquilar un dormitorio con sala de estar en el Crown. Las habitaciones quedaban en la planta superior y desde nuestra ventana teníamos una espléndida visión del camino de entrada y del ala deshabitada de la mansión de Stoke Moran. Al atardecer, vimos pasar en coche al doctor Grimesby Roylott, su gigantesca figura destacando junto al menudo muchacho que conducía el vehículo. Este muchacho tuvo cierta dificultad para abrir la pesada puerta de hierro, y oímos el áspero rugido del doctor y vimos la furia con que agitaba los puños cerrados en gesto amenazador. El coche siguió adelante y, poco después, vimos brillar de pronto una luz entre los árboles, lo cual indicaba que habían encendido la lámpara en uno de los salones.
       —Debo confesarle, Watson —dijo Holmes, mientras permanecíamos sentados en la oscuridad—, que siento ciertos escrúpulos al llevarle conmigo esta noche. Existe un peligro evidente.
       —¿Puedo serle de ayuda?
       —Su presencia puede ser decisiva.
       —En tal caso, le acompañaré sin duda alguna.
       —Es muy amable por su parte.
       —Habla usted de peligro. Es obvio que ha visto en estas habitaciones algo que yo no he sido capaz de ver.
       —No es eso, pero supongo que habré deducido algunas cosas que usted no ha sido capaz de deducir. Porque, en cuanto a ver, habrá visto lo mismo que yo.
       —No he visto nada especial, salvo el cordón de la campanilla, y confieso que su finalidad se me escapa por completo.
       —¿Vio también el orificio de ventilación?
       —Sí, pero no me parece tan insólito que exista una pequeña apertura entre dos habitaciones. Era tan pequeño que ni siquiera una rata podría pasar por él.
       —Yo sabía que encontraríamos un orificio así antes incluso de venir a Stoke Moran.
       —¡Pero, Holmes, por favor!
       —Oh, sí, sí lo sabía. Recuerde que la muchacha nos contó que su hermana pudo oler el cigarro del doctor Roylott. Eso significaba, sin lugar a dudas, que debía existir una comunicación entre ambas habitaciones. Y tenía que ser muy pequeña, pues de lo contrario habrían reparado en ella durante la investigación judicial. Deduje, pues, que se trataba de un orificio de ventilación.
       —Pero ¿qué tiene eso de malo?
       —Existe, por lo menos, una curiosa coincidencia de fechas. Se abre un orificio, se cuelga un cordón y fallece una muchacha que dormía en la cama. ¿No le parece chocante?
       —Aún no veo ninguna relación.
       —¿No observó un detalle muy curioso en aquella cama?
       —No.
       —Estaba clavada al suelo. ¿Había visto alguna vez una cama sujeta de este modo?
       —Debo confesar que no.
       —La señorita Stoner no podía mover su cama. De este modo, tenía que mantener siempre la misma posición respecto al orificio de ventilación y al cordón, y podemos darle ya este nombre, puesto que nunca se pretendió, evidentemente, dotarlo de una campanilla.
       —¡Holmes! —grité—. Me parece que empiezo a vislumbrar lo que usted me insinúa. ¡Tenemos el tiempo justo para impedir un crimen tan ingenioso como horrible!
       —Muy ingenioso y muy horrible. Cuando un médico se descarría, es el peor de los asesinos. Cuenta con la sangre fría y con los conocimientos. Palmer y Pritchard figuraban en la cumbre de su profesión. Este hombre va todavía más lejos, pero creo, Watson, que nosotros podemos ir más lejos que él. Sin embargo, ya asistiremos a suficientes horrores antes de que termine la noche. Ahora, por amor de Dios, fumemos una pipa en paz y dediquemos durante una hora el cerebro a ocupaciones más agradables.
       A eso de las nueve, se apagó la luz que brillaba entre los árboles y todo quedó a oscuras en la mansión de Stoke Moran. Transcurrieron lentamente dos horas y de pronto, al dar las once, se encendió, justamente delante de nosotros, una luz aislada y brillante.
       —Es nuestra señal —dijo Holmes, levantándose de un salto—. Procede de la ventana central.
       Al salir, intercambió unas frases con el mesonero para explicarle que íbamos a visitar a un conocido y que, dado lo avanzado de la hora, era posible que pasáramos la noche en su casa. Un momento después avanzábamos por el oscuro camino, con el viento helado golpeándonos el rostro y una lucecita amarilla parpadeando ante nosotros en las tinieblas para guiamos en nuestra tétrica incursión.
       No tuvimos dificultad para entrar en la finca, porque la vieja tapia del parque estaba derruida en varios puntos. Nos abrimos paso entre los árboles, llegamos al jardín, lo cruzamos y nos disponíamos a entrar por la ventana, cuando salió disparado desde un macizo de laureles algo parecido a un niño deforme y feísimo, que saltó sobre la hierba con sus extremidades retorcidas y corrió veloz por el jardín hasta perderse en las sombras.
       —¡Dios mío! —susurré—. ¿Ha visto esto?
       Por un momento, Holmes pareció tan sorprendido como yo. Presa de excitación, oprimió con su mano mi muñeca. Después lanzó una risita queda y aproximó los labios a mi oído.
       —Resulta una familia encantadora —murmuró—. Esto era el babuino.
       Yo había olvidado los extravagantes animales de compañía que poseía el doctor. Había también un guepardo, que podía saltarnos a la garganta en cualquier momento. Confieso que me sentí más tranquilo cuando, tras seguir el ejemplo de Holmes y quitarme los zapatos, me encontré en el interior de la alcoba. Mi compañero cerró sigilosamente los postigos, colocó la lámpara encima de la mesa y recorrió con la mirada la habitación. Todo seguía como lo habíamos visto de día. Se aproximó en silencio hacia mí y, haciendo trompetilla con una mano, volvió a susurrarme al oído, en voz tan baja que a duras penas conseguí entender las palabras:
       —El más leve ruido sería fatal para nuestros planes.
       Asentí con la cabeza para indicar que le había oído.
       —Tenemos que apagar la luz. La vería a través del orificio de ventilación.
       Asentí de nuevo.
       —No se duerma. Su vida puede depender de ello. Tenga la pistola a punto por si la necesitamos. Yo me sentaré al borde de la cama y usted en aquella silla.
       Saqué mi revólver y lo deposité en una esquina de la mesa.
       Holmes había traído un bastón largo y delgado, que colocó en la cama a su lado. Puso también allí la caja de fósforos y un cabo de vela. Después apagó la lámpara y quedamos sumidos en la oscuridad.
       ¿Cómo olvidar jamás aquella angustiosa vigilia? No se oía ruido alguno, ni siquiera el rumor de una respiración, pero yo sabía que a pocos pasos de mí se encontraba mi compañero, sentado con los ojos bien abiertos y tan excitado como yo. Los postigos no dejaban pasar ni un rayo de luz, y esperábamos en la oscuridad más absoluta. De vez en cuando llegaba del exterior el grito de un ave nocturna, y en cierta ocasión oímos, justo al lado de nuestra ventana, un prolongado gemido gatuno, indicador de que, efectivamente, el guepardo rondaba en libertad. Cada cuarto de hora oíamos a lo lejos las solemnes campanadas del reloj de la iglesia. ¡Cuán largos parecían aquellos cuartos de hora! Dieron las doce, la una, las dos, las tres, y nosotros seguíamos sentados allí en silencio, a la espera de lo que pudiera suceder.
       De pronto se produjo un momentáneo resplandor en dirección al orificio de ventilación, que se apagó de inmediato. Siguió un fuerte olor a aceite quemado y a metal caliente. Alguien había encendido una linterna sorda en la habitación contigua. Oí el suave rumor de un movimiento y luego todo quedó de nuevo en silencio, aunque el olor se hizo más penetrante. Permanecimos otra media hora con los oídos aguzados. De repente sonó otro sonido…, un sonido muy suave y acariciante, como el de un chorrito de vapor al escapar de la tetera. En el preciso instante que lo oímos, Holmes saltó de la cama, encendió una cerilla y golpeó enérgicamente con su bastón el cordón de la campanilla.
       —¿La ve, Watson? —gritó—. ¿La ve?
       Pero yo no veía nada. En el momento en que Holmes encendió la luz, oí un silbido suave y claro, pero el repentino resplandor hizo que a mis ojos deslumbrados les resultara imposible distinguir qué era lo que mi amigo golpeaba con tanta saña. Pude percibir, no obstante, que su rostro, pálido como el de un muerto, mostraba una expresión de horror y repugnancia.
       Había dejado de dar golpes y levantaba la mirada hacia el edificio de ventilación, cuando de pronto quebró el silencio de la noche el alarido más espantoso que he oído jamás, que fue adquiriendo más y más fuerza. Era un ronco aullido aterrador, donde se aunaban dolor, miedo y furia. Dijeron luego que en el pueblo, e incluso en la lejana rectoría, arrancó a los durmientes de sus camas. A nosotros nos heló la sangre en las venas. Yo me quedé mirando a Holmes, y él a mí, hasta que los últimos ecos se extinguieron en el silencio del que habían surgido.
       —¿Qué puede significar esto? —balbuceé.
       —Significa que todo ha concluido —respondió Holmes—. Y tal vez, a fin de cuentas, sea lo mejor que podía ocurrir. Coja su pistola y entremos en la habitación del doctor Roylott.
       Con rostro grave, encendió la lámpara y salió al pasillo. Llamó dos veces a la puerta de la alcoba contigua sin recibir respuesta del interior. Entonces hizo girar el picaporte y entramos los dos, yo pegado a sus talones y con la pistola amartillada en la mano.
       Una escena extraordinaria se ofreció a nuestros ojos. Una linterna sorda que había encima de la mesa con la pantalla a medio abrir arrojaba un brillante rayo de luz sobre la caja fuerte, cuya puerta estaba entreabierta. Junto a esta mesa, en la silla de madera, estaba sentado el doctor Grimesby Roylott, vestido con una larga bata gris, bajo la cual asomaban los tobillos desnudos y los pies enfundados en unas babuchas rojas. Tenía en el regazo el corto látigo que habíamos visto el día anterior, aquel curioso látigo con un lazo en el extremo. El doctor tenía la barbilla apuntando hacia arriba y los ojos fijos, con una mirada terriblemente rígida, en el techo. Llevaba alrededor de la frente una curiosa banda amarilla con lunares pardos, que parecía atada fuertemente a la cabeza. Al entrar nosotros, no hizo ningún movimiento ni emitió sonido alguno.
       —¡La banda! ¡La banda de lunares! —musitó Holmes.
       Dio un paso hacia delante. Al instante, el extraño tocado empezó a moverse, se desenroscó, y se alzó entre los cabellos la cabeza achatada y romboidal y el abultado cuello de una horrible serpiente.
       —¡Es la víbora de los pantanos! —exclamó Holmes. La serpiente más mortífera de la India. Este hombre ha muerto a los diez segundos de recibir su mordedura. ¡Cuán cierto es que la violencia se abate sobre los violentos y que el intrigante acaba por caer en la trampa que ha dispuesto para otros! Devolvamos este bicho a su madriguera, y después podremos llevar a la señorita Stoner a un lugar más seguro e informar a la policía del condado de lo sucedido.
       Mientras decía estas palabras, cogió con rapidez el látigo del regazo del hombre muerto, deslizó el lazo por el cuello del reptil, lo arrancó de su macabra percha y, con el brazo bien extendido, lo arrojó a la caja fuerte, que cerró a continuación.
       Tales son los hechos verídicos que concurrieron en la muerte del doctor Grimesby Roylott de Stoke Moran. No es preciso que alargue un relato, ya de por sí muy extenso, explicando cómo comunicamos la triste noticia a la asustada joven, cómo la remitimos en el tren de la mañana a los cuidados de su bondadosa tía de Harrow o cómo el lento proceso de la investigación judicial llegó a la conclusión de que el doctor había encontrado la muerte mientras jugaba imprudentemente con uno de sus peligrosos animales de compañía. Lo poco que todavía me quedaba por saber del caso me lo refirió Sherlock Holmes al día siguiente, durante nuestro viaje de regreso.
       —Yo había llegado a una conclusión totalmente errónea —me dijo—. Lo cual demuestra, querido Watson, que siempre es peligroso extraer deducciones a partir de datos insuficientes. La presencia de los gitanos y el empleo de la palabra «banda de lunares», que la infeliz muchacha utilizó sin duda para referirse a lo que había visto fugazmente a la luz de la cerilla, bastaron para ponerme en una pista enteramente falsa. El único mérito que puedo atribuirme es haber reconsiderado de inmediato mi postura cuando se hizo evidente que, pese a todo, el peligro que amenazaba al ocupante de la habitación, fuera el que fuera, no podía introducirse por la ventana ni por la puerta. Como ya le he comentado, me llamaron enseguida la atención el orificio de ventilación y el cordón que colgaba encima de la cama. Al descubrir que este último carecía de campanilla, y que la cama estaba clavada al suelo, empecé a sospechar que el cordón podía servir de puente para algo que entrara por el orificio y llegara hasta la cama. Pensé al instante en una serpiente y, como sabíamos que el doctor disponía de algunos animales procedentes de la India, presentí que me encontraba en la buena pista. La idea de emplear un veneno que los análisis químicos no pudieran detectar parecía propia de un hombre inteligente y despiadado, experto en cuestiones orientales. Muy sagaz tendría que ser el juez de instrucción para descubrir los dos pinchacitos que indicaban el lugar donde habían penetrado los colmillos venenosos. A continuación pensé en el silbido. Por supuesto, el asesino tenía que hacer regresar a la serpiente antes de que la víctima pudiera verla a la luz del día. Probablemente la tenía adiestrada, con ayuda del platito de leche que vimos, para que el bicho acudiera al recibir su llamada. La pasaba por el orificio cuando le parecía conveniente, en la seguridad de que bajaría por la cuerda y alcanzaría el lecho. Podía morder a la durmiente o no morderla, y es posible que la muchacha se librase durante todas las noches de una semana, pero antes o después recibiría la mordedura fatal.
       »Había llegado ya a estas conclusiones antes incluso de entrar en la habitación del doctor. Al examinar su silla, comprobé que este tenía la costumbre de ponerse de pie sobre ella: evidentemente tenía que hacerlo para alcanzar el orificio. La caja fuerte, el plato de leche y el látigo con el lazo a un extremo bastaron para disipar las pocas dudas que podían quedarme. El golpe metálico que oyó la señorita Stoner lo produjo el padrastro al cerrar apresuradamente la caja fuerte, tras introducir en su interior al terrible inquilino Una vez formada mi opinión, ya conoce usted las medidas que adopté para ponerla a prueba. Oí el silbido del animal, como si duda lo oyó usted también, y al momento encendí la luz y la emprendí a golpes con él.
       —Con el resultado de que volvió a meterse en el orificio de ventilación.
       —Y con el resultado también de que, ya al otro lado, se revolvió contra su amo. Algunos golpes de mi bastón habían dado en el blanco, y la serpiente debía estar de tan mal humor que atacó a la primera persona que se le puso por delante. No cabe duda de que soy indirectamente responsable de la muerte del doctor Grimesby Roylott, pero confieso que es poco probable que mi conciencia se sienta abrumada por ello.

Búscate un amor con…

Nuestro mundo sería diferente si amásemos con el alma, si fuésemos incapaces de joderle la vida al otro. Particularmente creo que habemos hombres vedados para el amor e incapaces para convivir, aceptar y respetar a una mujer despiadadamente libre. Por eso hay que buscar a alguien con las mismas ganas de hacer el amor, de llenarte de besitos, abrazos, de mirar peliculas en el sillón, de salidas al parque, idas al cine y de jugar, de querer bonito, de apoyarse, de reír, de vibrar con la misma intensidad para que no duela, que sea lindo y que dure. Hay que buscar un amor que sepa que, a veces, jodes mucho pero vales toda la maldita pena, la vida entera, y que sin tí nada sería igual, que tenga miedo de perderte y te cuide como el tesoro más valioso que tiene.” Autor desconocido.

¡Qué gente, Dios mío! ¡Qué gente!

Hay amigas generosas, atentas, muy cariñosas. Unas que hacen lo que sea para levantarte los ánimos, cuando tantean que se te han caído. Otras tan realistas que de inmediiato te hacen poner los pies en el suelo; te cogen del hombro, te sacuden y…dejate de culeradas, quítate esa cara de pendejo que traes, bajate de esa nube y metete al pedo.
Hoy en horas muy tempranas me llamó una que fue compañera de colegio, no de curso; yo tenia diez y siete años, y ella trece, pero por su estatura y masa corporal, parecia de mi edad. Con ella hicimos diabluras, pero nunca de esas que terminan poniendo fin a una relacion de auténtica amistsd.
-Ajá, te has perdido, ya van dos años que no te veo el cacho…bueno si te lo vi algunas veces cuando en las fiestas, nos echabamos unos tragos y saliamos a miar frente a frente, pero ya no me acuerdo cómo es.
-¡Que yo recuerde eso nunca pasó, si vos apenas eras una niña!
-¡Solo estoy bromeando, pendejo!
-¡Venite a mi casa, para que charlemos un rato!
-No puedo, la neuropatia me tiene bastante afectado.
-¡No seas basura, viejo cerote, venite, voy a mandar a un sobrino para que te traiga en carro!
-Si me decido te hablo dentro de veinte minutos.
-Dejate de cosas viejito, alistate, mando por vos en media hora, te tengo un regalito que te va a gustar. ¡Tené por seguro que no te vas a arrepentir!
-Ah ¿y que clase de regalo es?

Pues como yo sé que siempre te han gustado los gaititos, te tengo uno precioso. Es un gato diferente a todos.
-Ajá ¿y que lo hace diferente a los demás?
-¡Pues que todos los gatos tienen la boca en forma horizontal, y este la tiene vertical!

Ah pero, ultimamente soy alérgico a los gatos, no creo que me vaya a interesar.
-Pues no te miento, viejo. Lo acabo de bañar, está bien aseadito y perfumado, sé que te va encantar.
-Bueno, manda a llevarme, ya me despertaste la curiosidad, te advierto que no se cómo voy a reaccionar. ¡Talvez me atrevo a tocarlo!
-¡Te aseguro que te va encantar, viejito! Cuando lo mires lo vas a acariciar, lo vas a besar, y hasta te van a dar ganas de comertelo. Pedro López A.

Deseos para el 2024

Ahora que iniciamos el 2024 solamente quiero desear a todos los míos, el coraje para decir basta, deseo que olvides a quien se olvidó de ti y que puedas cerrar puertas y abrir ventanas, deseo que no te conformes y que no te quedes con la culpa, deseo que te atrevas y que te quieras, deseo ojeras y risas, deseo locura y magia, también deseo errores para aprender y vientos para dejarte llevar, deseo chispas en la mirada y colores para los días grises, paraguas para las malas tormentas y lluvia para limpiarte, deseo un «te echo de menos» y abrazos de los que duran toda la vida, deseo viajes y nuevos recuerdos, deseo huracanes de emociones que te hagan sentir vivo, deseo que te quieran sin que te necesiten, deseo una nueva canción favorita y una nueva fecha que te haga sonreír, deseo besos bonitos y te deseo ganas, pero bastantes ganas de seguir adelante. Y sobre todo, deseo que te sientas libre de toda culpa por abrirte caminos.