Algo de política…

Hay una pregunta fundamental que muchos salvadoreños y muchas salvadoreñas, estoy seguro, se hacen en esta coyuntura política ¿Qué intereses oscuros se esconden en aquellos que se oponen a una posible candidatura de Nayib Bukele? Parece ser que los poderes fácticos han cerrado filas para obstaculizar a como haya lugar, violando, incluso, las leyes constitucionales, una alternativa política que ha despertado cierta esperanza en este pueblo que está perdiendo paulatinamente la confianza en los políticos de siempre.

¿Qué privilegios e intereses económicos estarán en juego para impedir que este político llegue al poder?

¿Por qué no lo dejan participar? Derrótenlo en la urnas, hagan buen uso de la democracia, gánenle con propuestas e ideas mejores, pero no le metan zancadilla antes de iniciar la carrera.

Las contiendas políticas en latinoamérica, nuestro país no es la excepción, se han convertido en campos de batalla campal, en guerras sucias mediáticas y desprestigio total a los contendientes. Ahora ya no se debaten ideas o planteamientos; se ataca a la persona con toda la furia y, si es necesario, se miente sin el menor escrúpulo. La política partidaria ha caído en lo más bajo.

Como educador, me siento incómodo al hablar de este tema, pues es imposible no indignarse de la forma en cómo administran la cosa pública algunos politiqueros. Cualquier persona cuerda se da cuenta que, en este tema, adamos mal.

A veces se nos culpa a los docentes de no educar adecuadamente a las nuevas generaciones, los que en un futuro inmediato ostentarán esos cargos, pero es que los dirigentes públicos actuales tampoco nos ayudan, no dan buen ejemplo a la niñez y juventud de cómo debe comportarse un ciudadano honesto y cabal. Las palabras convencen, pero los hechos arrastran, dice el dicho. Aquí cabe la pregunta: ¿los políticos nos dan cátedra de cómo debe administrarse la política, la democracia, el poder? ¿A caso nos dan ejemplo de cómo se dialoga al más alto nivel? ¿Y qué me dicen de los niveles de tolerancia?

Sueño con otra forma de hacer política, creo en los partidos políticos porque pueden garantizar los procesos democráticos, pero no creo en aquellos dirigentes mezquinos, del partido que sean, que por solapar sus fechorías y por mantenerse en el poder, cortan, sin el menor descaro,las aspiraciones de otros que podrían hacer mejor las cosas. Los partidos no son malos, malas son las personas que se escudan en un partido para beber de los erarios públicos. Y lo son más cuando se alejan de los intereses del pueblo que los ha llevado al poder, cuando son movidos por intereses puramente económicos y cuando se creen los señores, los dueños o los intocables. Juzgue usted.