¿Y los pobres qué lugar ocupan?

Vivir en una realidad ilusoria es peligroso porque cuando te topas con la realidad en toda su crudeza entras en shock. Pero es que, además, el ilusorio crea un mundo donde solo caben las personas que piensan como él. Entonces, cuando alguien piensa diferente y te cuestiona lo sacas de tu mundo ilusorio o lo aíslas. Las redes sociales son la mejor muestra. En la lista de contactos tienen cabida los que piensan igual, si opinas en contra te descartan, te bloquean o te insultan. Por lo tanto, es imposible hacer un análisis objetivo, donde las ideas se debatan. Un análisis es objetivo cuando contrastas las dos realidades: la ilusoria y la real. Cuando una persona vive en esa burbuja, lo mejor es apartarse.

Otro elemento de mi análisis es que vivimos en una sociedad violenta. No solo las pandillas son violentas, todos los estamentos son violentos. Es violento el microbusero, el pasajero, el vendedor, el comprador, el jefe y el trabajador, el profesor, el estudiante, el pastor y el feligrés, la esposa, el esposo, el padre, la madre, el hijo y la hija. Es violenta la autoridad que vela por el orden y el funcionario público.

¿Y los corruptos? ¡Ah, los corruptos! Estos nos tienen como rehenes, nos han tenido como rehénes y cuando son amenazados brincan como peces en lo seco y se ponen nerviosos y maquillan las leyes para seguir impuros. El estado es un botín y por eso, los políticos, hacen lo imposible por llegar a él. Al conquistarlo, contratan a todos los que han sido leales, quitan a los que han estado bebiendo de la teta del estado y ponen a los suyos. Y como la corrupción tiene muchos tentáculos, esta tratará de atrapar hasta el más honesto de la siguiente planilla.

¿Y los pobres que cabida tienen en todo esto?

Acabemos con la pobreza y la violencia se autodestruirá sola. El gran problema es que los dueños de este mundo no tienen el mínimo deseo de combatir la miseria; al contrario, ponen el capital y las ganancias por encima de todo. Y si hay que matar para ganar se hace. Las grandes tentaciones: el poder, el tener y el placer están a la orden del día en un mundo donde la vida vale solo si tienes dinero.

La aporodofobia es evidente cuando, por ejemplo, la migración que es un derecho humano es prohibida, no por ser extranjero, sino por el hecho de ser pobre. Es patético que los países hagan tratados de libre comercio y no tratados de libre circulación de las personas. Es claro que las divisas son más importantes que las peronas en este sistema macabro. Si los migrantes fueran millonarios, los recibirían al otro lado de la frotera con música y algarabía. Con el derribamiento del muro de Berlín, el capitalismo gritó a los cuatro vientos el fin de las utopías, con el muro que el capitalismo construye en el norte, vuelve a surgir la utopía de que «ese otro mundo posible» aun está lejos. Pero, hay que seguir andando.

Así giran las ruedas de este mundo ¿Y los pobres, dónde quedan?